Uno de esos técnicos curtidos en mil batallas decía, antes de que el lenguaje de la corrección política cogiera con pinzas cada adjetivo, que para jugar los partidos importantes necesitaba «hombres». No, no le busquen polémica, no lo contraponía al género sino a la edad, a la experiencia, a la capacidad de mantener las piernas sin tembleque a la hora de la verdad; y probablemente prefería alinear a un veterano de ‘cinco’ con cicatrices y una idea de prejubilación en el horizonte que a un prometedor chaval de ‘siete’ sin galones en la élite o, al menos, en los encuentros que parten la pana. 
Es encomiable el esfuerzo que ha hecho Koeman por ocultar las costuras, parches y remiendos de este Barça que arrancó la Liga como arrancó (con Messi fuera, sin proyecto, un presidente a punto de tomar la puerta trasera, el 2-8 como semilla...), pero de todos los partidos duros (ante rivales ‘top’) de este curso solo se le apuntan dos victorias: en Turín ante la ‘Juve’ y la remontada de semifinales de Copa ante el Sevilla. Los dos duelos ante el Madrid, uno ante el Atlético, otro ante el PSG, la vuelta ante la ‘Juve’, empates inútiles por el camino… Llegados a este punto, es fácil concluir que no es un problema futbolístico, pues el Barça tiene toque, plan y gol; el problema es de bisoñez, de no saber jugar estos partidos que tienen sus propios códigos y secretos. El año que viene, si quieren buscarle el anverso a la moneda, los Pedri, De Jong, Dest y compañía serán un año más «hombres». 
P. D. Llevamos 35 jornadas de Liga, o sea, 3.150 minutos de juego más los descuentos; te han ganado en tu propia casa Cádiz, Alavés o Levante o, en el mismísimo partido del «escándalo», Vinícius falla una pelota a dos palmos de la línea de gol. Pero la Liga se decide en una mano dudosa de Militao. Ya…