Me acabo de levantar del sofá de ver el derbi de la cuenca del Ruhr. El gol de Haaland me ha pillado con el postre y el de Hazard (no el del Madrid, su hermano) con un ojo cerrado. ¡Ha vuelto el fútbol! Y había tantas ganas de que lo hiciera que muchos nos hemos puesto frente a la televisión para ver un Dortmund vs Schalke que ni nos iba ni nos venía solo por volver a ver rodar la pelota en directo. Y ya de paso por ver si el grandón rubio de 19 años encajaría de blanco o si Achraf (ahora Hakimi) está para volver al lateral del Bernabéu en verano. 

Ha regresado la Bundesliga y el mes que viene, si nada se tuerce, volverá también LaLiga. Eso sí, sin público en la grada, con técnicos y suplentes con mascarillas en los banquillos... y a otro ritmo; porque tras dos meses sin competir, el físico se ha resentido y la intensidad es más de Trofeo Carranza que de recta final de temporada. Varios futbolistas de ambos equipos, de hecho, han salido con molestias. 

El riesgo de lesión aumenta tras un largo periodo de inactividad, por más que el deportista haya seguido entrenando por su cuenta, y preocupa a los jugadores y a los técnicos, como así han manifestado estos días Javi Vega, Fitipaldo y Peñarroya. 

El San Pablo Burgos volvió a la cancha el miércoles mirando a la hipotética fase final de Liga Endesa, a la que «si no se producen contratiempos por lesiones, que vamos a intentar evitar al máximo, llegaremos en unas condiciones aceptables», dijo el entrenador catalán.

Para entonces se autodescarta Huskic, que prefiere no acelerar el proceso de recuperación de la lesión sufrida en diciembre. El pívot serbio, que privó al San Pablo de subir en 2016 (cuando brillaba en las filas del Peñas Huesca) y celebró el ascenso a ACB de azulón un año después, quiere estar recuperado para ayudar al equipo burgalés a levantar su primer título continental: la Basketball Champions League.