Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Negocio y vacuna

14/12/2020

A punto de lanzarse ya campañas y programas de vacunación contra el virus, aparece ahora una derivada del asunto llena de significado; en el aspecto sanitario, desde luego, pero también en el aspecto económico y hasta en el aspecto moral. Resulta que las vacunas, como fruto de una invención farmacéutica que son, están protegidas por derechos de exclusiva a favor del respectivo fabricante, como lo están las patentes de un producto nuevo durante un periodo, hasta que llegue la fecha de su extinción. La finalidad de tal derecho, que en la información periodística se equipara a una propiedad intelectual, es ciertamente legítima: se trata de que el inventor, y sus financiadores, recuperen la inversión necesaria para fabricarlo y de que obtengan el correspondiente beneficio comercial. Hasta ahí, en todo el proceso de elaboración y distribución de la vacuna hay una innegable dimensión de negocio; de mucho negocio. La creciente demanda, la capacidad de oferta, los precontratos y contratos millonarios que se han firmado, lo dejan bien a las claras.

Y viene la segunda parte: no todos los países están en condiciones de hacer frente a la fabricación ni a la adquisición de la misma manera; y, sin embargo, todos experimentan la amenaza sanitaria con mayor o menor intensidad. Así que otra vez la igualdad como problema; esta vez como problema moral de primer nivel. Dos países muy significativos (India y Sudáfrica) ya han puesto en marcha una reclamación de que se suspendan esos derechos de exclusiva para que la vacuna se pueda fabricar libremente, se haga más accesible y a costo más razonable. De momento, los países del Norte, incluida la Unión Europea, y nosotros dentro de ella, no lo ven. Alegan que hay otras vías, como son las licencias obligatorias por razón de salud pública, que sirven para lo mismo sin tener que suspender la propiedad intelectual, más bien industrial, de la vacuna.

Norte y Sur; Primer Mundo y Segundo Mundo; ricos y pobres, en definitiva. Fórmulas intermedias debe haber; pero si, al final, en un asunto como éste, que más que de salud es ya de supervivencia en muchos casos, terminara imponiéndose el negocio sobre la igualdad, cualquier cosa que pueda pasar sería poco.