Juan Ángel Gozalo

Plaza Mayor

Juan Ángel Gozalo


Me duele España

04/11/2022

El general Miguel Primo de Rivera ya había perpetrado su golpe de Estado y otro Miguel, en este caso Unamuno, destituido de su cargo de vicerrector de la Universidad de Salamanca y desterrado en Fuerteventura por sus ideas políticas, se desahogaba en una misiva dirigida a un profesor español afincado en Argentina con ese ¡Me ahogo, me ahogo, me ahogo en este albañal y me duele España en el cogollo del corazón! De la frase del insigne escritor ha quedado ese desgarrado me duele España, que mantiene hoy pleno simbolismo y virtualidad. Esas tres palabras son, también, una sutil sentencia y declaración de intenciones y, sobre todo, expresan ese anhelo regeneracionista que hoy sigue faltando en una España descoyuntada, excesivamente polarizada y radicalizada por unos líderes políticos que siguen sin dar la talla, permanentemente enzarzados en fútiles, dogmáticos y sectarios debates en los que poco o nada importan los intereses generales y los problemas reales y acuciantes de la gente. Cada día es más palmario que en esta España del siglo XXI faltan verdaderos hombres y mujeres con visión de Estado y sobran oportunistas y ventajistas.

Esa política mentirosa, de egos subidos, personalismos desatados, electoralismo rastrero y de mercadeos continuos en nada ayuda a encontrar los rumbos en la carta de esta atribulada y desnortada España, que necesita de urgentes consensos. Sobran las trincheras ideológicas que desunen y complican, cuando no paralizan, la gestión de los asuntos que importan al administrado. 

Anteponer la conveniencia personal y partidaria, el rédito electoral, a ese bien superior que es el interés general solo lleva al desencanto y la desafección. Dicen que cada pueblo tiene los políticos que se merece, pero, desde luego, no nos merecemos estos y menos en un momento como el actual. Los gobernantes nacionales -también los autonómicos y locales- deben gestionar con eficacia, solidez, empeño y sin empeñar el futuro de las próximas generaciones, pero algunos siguen entregados a extrañas y peligrosas ordalías populistas para mantenerse en sus poltronas.