María Jesús Jabato

Señales de vida

María Jesús Jabato


Aquel Espolón

05/09/2022

Póngase en situación: cien años atrás, verano de 1922. El Espolón en verde y sepia, -porque todo lo antiguo tira a sepia-, alumbrado por la luz tenue de las farolas en el ocaso del estío. En el templete, las bandas militares de los regimientos Lealtad y San Marcial ofrecían conciertos de nueve a once de la noche -un día una, al siguiente otra-; pasodobles, valses, zarzuela, marchas militares y foxtrot en el programa, que era seguido por numeroso público que se congregaba en torno a los músicos y en los cafés del paseo.

El comercio El Bon Marché exponía en sus escaparates una imagen de la Virgen del Carmen, de Piol, con vitrina fabricada en la casa Vallejo de Madrid, que había de subastarse al mejor postor. Este establecimiento, en hiperbólico arranque publicitario, ofrecía cien mil camisas de caballero, última novedad, y, unos metros más adelante, el comercio de música y antigüedades de Evencio Luis López, anunciaba a su numerosa clientela la llegada a Burgos de los pianos Story Clark, los más innovadores del mercado.

Los carrillones de la relojería Pérez Cecilia marcaban aquel tiempo despacioso y los forasteros disfrutaban de las delicias del paseo, compraban postales en la librería de Ontañón y aprendían español en los cursos para extranjeros. En el Teatro Principal se representaba El Rebaño, drama en tres jornadas y verso, del poeta modernista Fernando López Martín, estrenado en la ciudad con ocasión del VII Centenario de la Catedral por la compañía teatral del gran Enrique Borrás. La guardia urbana se hacía cargo de unos pillastres que intentaban hurtar carteras al descuido, los niños jugaban a la peonza y los novios se hacían confidencias junto a las rosas sofocadas de los jardines.

Este era el Espolón de hace un siglo, peonía añeja, marcha militar y verso de drama encendido, ¡que Burgos, brújula y honra,/ cabeza, flor y esperanza/ de ambas Castillas, se vea/ como hoy se ve!... Este es el verano de aquel Espolón que ya no está en la memoria de las gentes; solo en los libros y en los periódicos, tiempo imperturbable, tiempo viejo del que, decía García Lorca en un poemario también de hace un siglo, no podemos arrancar siquiera un suspiro.

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