Como bien saben algunos de ustedes, el monte de La Calabaza sufrió una gran tala de pinos ¿controlada? hace unos meses. Se cortaron, sin tan siquiera avisar a los vecinos del barrio, cientos, quizás miles, de ejemplares. Nos dijeron que el motivo de este gran tajo era el de retirar del monte los árboles secos (el otro día vi montones de ellos en pie) y los defectuosos, además de favorecer el que el monte se recuperara como encinar con algunos ejemplares de sabinas y enebros dispersos. El pinar de pino resinero, además de envejecido, había dejado de tener interés al abandonarse la explotación de la resina que destilaban. Todo esto podía haber tenido una justificación si de inmediato se hubiera preparado una repoblación masiva con encinas para acelerar la recuperación del bosque en los espacios aclarados.

Nada de eso ha sucedido, pero lo más grave es que, tras el trabajo chapucero que se ha realizado, el espacio ha quedado extraordinariamente sucio y, potencialmente, peligroso.  Los restos del corte se acumulan por doquier, ya que el suelo ha quedado lleno de tocones, restos de ramas, troncos a medias, piñas, cortezas, etc... Es decir, se han creado las condiciones ideales para que, los dioses no lo quieran, el monte arda con mucha más facilidad, y más aún con los prolongados episodios de sequía que estamos sufriendo en los últimos tiempos y que van a más a causa del innegable cambio climático.

Para disminuir el peligro potencial no estaría de más el que quedara tajantemente prohibida la práctica del motocros en el circuito (de dudosa legalidad) durante la época de máximo riesgo de incendios, así como la circulación por los caminos interiores de motos de campo, quads, vehículos 4x4 y el resto de vehículos no autorizados. Los carteles que señalaban esta prohibición fueron arrancados hace tiempo, se supone que por los violadores de la norma.