Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Pescado

23/11/2020

El sábado fui a una pescadería a la que me acerco alguna vez, no las que debiera, porque consumo menos pescado del aconsejado. Tienen buen producto y mejor trato. Era una hora teóricamente punta del negocio; a la misma, otras veces, me había topado con colas largas. En las pescaderías además se echa un tiempo en atender y de camino al establecimiento pensaba que seguro me comería, al fresco de la calle por las circunstancias, un buen rato de espera.
Pero no había nadie. Le comenté mi extrañeza a la pescadera. Aunque la RAE se empeñe en llamarla así, aquí casi todos decimos «pescatera». Ella, me lo explicó muy fácil. Según me dijo, la cosa funciona básicamente así: los primeros diez días del mes, está lleno de gente; los diez siguientes, afluencia media; los diez últimos, casi nadie. 
El local, por si se lo está preguntando, anda situado en un barrio de la ciudad que no es el más acomodado, pero está mucho más lejos de ser el más empobrecido. Y el pequeño detalle de la vida cotidiana habla de la España actual como los huevos crudos que se comía la Fortunata de Galdós explicaban la del siglo XIX.
Así se vive aquí y ahora, al menos un número de gente tan importante como para determinar si hay que guardar o no cola. Se come pescado en función del calendario, de la altura del mes en que se esté. De esta manera invisible y callada, parte de la clase media se desliza por el tobogán hasta volver al punto de partida del que creyó haberse despedido para siempre. En su caída silenciosa se encuentra por el camino a otros que ni siquiera miran al calendario, porque para ellos siempre es fin de mes. Y, más abajo, se topa con muchos de los que vinieron de otros lugares a este país en busca de una vida y apenas pueden masticar supervivencia. ¿O acaso conoce usted a alguien al que últimamente le vaya cada vez mejor? Yo, no.
Y esto ya venía sucediendo y ahora, con toda la vaina del coronavirus, simplemente va a más, sigilosamente, de forma que no es obscenamente perceptible; de la manera precisa para que nos vayamos acostumbrando poco a poco, sin darnos cuenta.
Así se vive aquí y ahora, al menos así lo hacen muchos, aunque el ruido, las pantallas y los gritos consigan que miremos a otra parte. Hasta que nos toca. Salud y alegría.