Rocío Martínez

Pegada a la tierra

Rocío Martínez


Viva el vino y las mujeres

13/03/2023

Yo no quiero ser como los hombres. ¿Ustedes han visto un grupo de amigas? Un crisol de personalidades, anhelos, batallas, ilusiones, realidades. También de looks, melenas luminosas, coletas apresuradas, cortes engominados, moños despeinados… tacones, zapatillas, vestidos negros (siempre infalibles), colores que ponen luz a este invierno que se nos empezaba a hacer eterno, vaqueros ceñidos, faldas de vuelo, cuellos altos, escotes, gafas sencillas, atrevidas animal print… Imposible unificar tan enriquecedora variedad. Yo tengo amigas torbellino, discretas, beligerantes, conciliadoras, extrovertidas, tímidas, habladoras, observadoras, lanzadas, cautas…maravillosas en sus diferencias. Quizás lo más uniforme sea que todas ponemos tilde a 'sólo', pero eso intuyo que es una cuestión de edad… también las gafas, cada vez más inevitables.

Y sin embargo, siempre hay etiquetas asociadas a lo femenino. Cuidadoras, emotivas, sensibles, empáticas… A mí me gustan. Y las percibo en muchas mujeres. Pero también las veo luchadoras, eficientes, organizadas, peleonas, resilientes, persistentes, trabajadoras, ambiciosas, valientes, comunicativas…

Cada una, distinta. Y si lo somos entre nosotras, ¿cómo no vamos a ser diferentes de los hombres? ¿Iguales? ¡Por supuesto! En derechos. Buscando la igualdad no es necesario perder la esencia femenina. Ni nuestra variadísima diversidad. 

Casi todas tenemos la sensación de que nuestro camino ha sido siempre un poco más difícil, que nuestra vida es más complicada, pero hemos avanzado… mucho. Y disfruto de nuestra complicidad. Las mujeres nos entendemos, nos vemos reflejadas las unas en las otras… Esa es nuestra realidad, la de verdad… No la división del 8M. Nadie puede repartir carnés de feministas. Lo último, politizar hasta el placer. No, gracias. 

La bandera del feminismo es de todas. También de los hombres que quieran enarbolarla. Seguramente cuando era joven no lo pensé, pero hoy lo veo claro. Mi padre era feminista. Tuvo dos hijas. Limpiaba y cocinaba en casa. Para él, lo normal. No era habitual en la época. ¡Conciliaba! Gracias, papá. 

¿Qué queda mucho por hacer? Mucho. Fundamental, eliminar una brecha salarial ¡del 21%!, y que aumente el número de 'jefas'. Pero, de profesión optimista como soy, me quedo con el vaso medio lleno. Y celebro a las mujeres de mi vida, incondicionales todas, mi madre, mi hermana, mis primas, mis amigas… Una copita de Ribera y una charla infinita con ellas. Eso es Felicidad, quien lo probó lo sabe.