Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Cuestión de clase

13/03/2023

Cuando no levantábamos dos palmos del suelo oíamos a nuestras abuelas presumir a toda hora de que sus nietos habían resultado ser los especímenes más atractivos e inteligentes de los que había alumbrado el género humano, y, claro, nos teníamos por individuos escogidos por los dioses para las más extraordinarias empresas. Pero la vida es cruel y a la fuerza nos vuelve lúcidos, así que pronto descubrimos que jamás jugaríamos en la delantera del Atleti, ni pisaríamos nunca la superficie de ningún planeta del sistema solar, y que no se nos presentaría en nuestra mísera existencia la ocasión de operar a corazón abierto a alguno de nuestros congéneres.

Somos, en definitiva, unos mediocres de mucho cuidado, gentucilla del montón, y no nos queda sino el consuelo de sentirnos aludidos cuando se anuncian días electorales y los partidos se lían a codazos para intentar ganarse los favores de la clase media, esa que mide el nivel de bienestar de un país y que en teoría aglutina a la mayor parte de la población. Claro que hasta en eso podemos andar errados, pues, si todos perteneciésemos a la clase media, lo cierto es que no existiría otra, así que uno sospecha que ni nuestra adscripción a tal escalafón, por humilde que sea, deberíamos dar por sentada de buenas a primeras, y más sabiendo que una cuarta parte de los españoles está en trance de ingresar en la pobreza más rala.

Alguien podrá argüir que no todo se mide por unos ingresos familiares cuya estimación, a la fuerza ahorcan, cada vez se calcula más a la baja. Pero ni una ilusoria capacidad de consumo, ni mucho menos un nivel cultural incapaz de franquearnos el acceso a un salario ilustre, llega a definir hoy en qué consiste realmente la clase media. Quizá el factor que mejor la haya caracterizado en las distintas etapas históricas sea la aspiración de prosperidad de las nuevas generaciones, y no hay sino echar un vistazo a la pauperización del empleo juvenil y a los datos de emancipación de los treintañeros para maliciarnos que algo se ha malbaratado sin remedio.

Así que habríamos de preguntarnos de vez en cuando si las políticas que nos proponen unos y otros son las más adecuadas a nuestra actual condición. No hablamos de clase porque a usted y a mí, señora, nos sobra por arrobas; pues no faltaba más.

ARCHIVADO EN: Pobreza