Se nos rompió el amor
de tanto usarlo,
de tanto loco abrazo
sin medidas..., cantaba la Jurado. Es cierto que lo de Mañueco e Igea nunca fue amor a primera vista y que lo suyo es más bien un matrimonio de conveniencia, pero ya se sabe que el roce hace el cariño y en estos años que llevan gobernando juntos ha podido prenderse alguna llama en esa relación interesada. Han pasado ya dos primaveras y la flor ha durado hasta el momento -está por ver si ahora comenzarán a devorarse como fieras, que también entonaba la gran Rocío-.
La relación entre Alfonso y Francisco ha tenido sus altibajos, sobre todo desde que comenzó la pandemia, debido a la disparidad de criterios entre el popular y el liberal a la hora de establecer las restricciones y medidas pertinentes para hacer frente al avance del virus por la Comunidad. Pero nunca había llegado al extremo que se ha visto esta semana. La herida abierta entre PP y Ciudadanos a cuenta de la reforma de la Sanidad rural, ideada y promovida por la consejera Verónica Casado, va a ser difícil de suturar, por muchas tiritas que hayan puesto las partes. Fueron 18 horas de máxima tensión, en las que el gobierno de coalición estuvo en el alambre, con cuernos incluidos. Se los puso el Partido Popular a la formación naranja tras arrimarse al PSOE en una votación parlamentaria que echaba por tierra el trabajo de la responsable de Sanidad para intentar arreglar el desaguisado de la atención sanitaria en los pueblos.
Como en todas las riñas de pareja, cuando se perdieron definitivamente los nervios se dijeron grandes verdades. Y una de ellas se la escuchamos al propio Igea, cuando al ver venir la traición clamó en sede parlamentaria: «Mire, la política sanitaria española, y digo la española y digo en todas las comunidades y digo en todos los partidos, es una auténtica basura».
Jamás pensamos nunca en el invierno, pero el invierno llega aunque no quiera. El del Ejecutivo regional ha llegado antes de lo previsto y ya veremos si no deriva en adelanto electoral o en nueva moción de censura.