Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Inteligencia artificial

06/02/2023

Pese a los innegables beneficios que siempre ha procurado la estupidez, la inteligencia sigue gozando de un sólido prestigio en nuestra sociedad, así que no dejamos de medirla una y otra vez mediante estimaciones más o menos científicas, y de expresarla en coeficientes con los que intentamos predecir si nuestros retoños se convertirán algún día en neurocirujanos o en ingenieros de minas. Y, si el resultado de tales pruebas no nos resulta concluyente, siempre cabe apelar la teoría de las inteligencias múltiples, que nos permite aventurar que el rapaz que llega a casa trimestre tras trimestre con unas calamitosas calificaciones académicas acaso haya sido depositado en este mundo con una sobresaliente destreza cinestésica o emocional.

Para democratizar aún más la cosa, este 2023 se está convirtiendo en el año de la inteligencia artificial, invento de la computación moderna que consigue que máquinas capaces de analizar ingentes cantidades de datos lleguen a 'razonar' de modo similar a como lo hace el cerebro humano. Gracias a tal prodigio se acaba de identificar una comedia de Lope de Vega en la Biblioteca Nacional, y también por su causa andan con las orejas tiesas los profesores de los institutos de Burgos, pues un programa informático de nuevo cuño, el ChatGPT, se ha mostrado capaz de escribir por sí mismo textos creativos sobre las cuestiones más diversas, que los alumnos más taimados hacen luego pasar convincentemente por propios sin que sus educadores se aperciban de que han echado la tarde viendo series de zombis.

Deberíamos aprovechar para más nobles propósitos la inteligencia que nos deparan los nuevos tiempos y someter a su discernimiento, por ejemplo, qué tipo de cataclismo cabe esperar del impuesto aplicado a unos bancos, los españoles, que ven crecer sus suculentos beneficios mientras la clase de tropa sufre cada vez con mayor virulencia los efectos de la inflación. Podríamos preguntarle también si el cheque bebé anunciado pomposamente por la Junta de Castilla y León conseguirá mover nuestro saldo vegetativo siquiera un milímetro, o solicitarle una fórmula para que el Ayuntamiento de Burgos llegue a alumbrar algo tan sencillo como una ordenanza de terrazas. Aunque para eso a lo peor hay que esperar a que se perfeccionen los algoritmos.