A Juanma lo que le da vidilla es el Real Madrid: si gana, semana feliz; si pierde, de morros. A Santiago le pasa lo mismo pero con la Bolsa: si sube lo ve todo de color de rosa, pero si baja mejor no te cruces con él. Jaime vive para su cuerpo: lo esculpe con ejercicios cada vez más exigentes, lo decora con tatuajes, se somete a dietas rigurosas de herbolario. La hija de Carmen -18 años, 2º de bachillerato- vive para sus amigos y amigas. Sin ellos la vida no tiene sentido. Literal. Cuando descubrió que su novio era novia, porque se había hecho trans, se tomó una caja de pastillas. Está ingresada en un hospital. Pablo llevaba toda su vida preparando la jubilación; ahora que la tiene, le han diagnosticado un cáncer muy extendido: 6 meses de vida. Como mucho. Mercedes cifró su felicidad en el amor que le iban a dar sus hijos. Ahora espera en la residencia al domingo, a ver si esta vez vienen. Violeta Parra buscó motivos para vivir, los recopiló y compuso con ellos Gracias a la vida, canción magistral, muy aplaudida. Se suicidó poco después. 

La primera causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años ya es, por primera vez en la historia, el suicidio. La primera causa de muerte entre los ancianos también va a ser, gracias a los propagandistas de la eutanasia, el suicidio. En España son ya 80.000 los intentos de suicidio anuales. Equivalente a la ciudad de Palencia o a toda la provincia de Soria. Entre 3 y 4 millones de españoles se han planteado alguna vez terminar con sus vidas. Buscar motivos para vivir. Si os habéis fijado hay algo en común en todos los ejemplos que he traído a esta columna: Juanma, Santiago, Jaime, la hija de Carmen, Pablo, Mercedes y  Violeta, todos ellos, buscan recibir. Y fracasan porque no reciben. Dependen de los demás. Luego la conclusión es evidente: el motivo para vivir no hay que buscarlo en recibir sino en dar. Si tienes algo que dar, tienes un motivo para seguir viviendo. Y si falla es porque fallas tú.
No falles.