Nobis pacem. Ya lo habrán oído ustedes. El Ayuntamiento aprobó la semana pasada en el pleno una moción del PSOE para la abolición de las armas nucleares y ha sido tendencia en Twitter, comidilla mordaz en las redes, donde hasta Pérez Reverte ha puesto su granito de sarcasmo, y en la prensa, en la que Alfonso Ussía ha hecho lo propio. Nuestra ciudad de Burgos está profundamente preocupada por la grave amenaza que representan las armas nucleares, decía la proposición socialista. Benedetti fue incapaz de escribir un poema sobre la bomba atómica; juro que lo intento,/ que lo estoy intentando,/ pero pienso en la bomba/ y el lápiz se me cae/ de la mano. Benedetti no pudo, pero en Burgos pensamos en las bombas nucleares y no nos tiemblan la voz ni el pulso, y ahí estamos, sublimes, los hijos del Cid, desarmando el mundo en un zipizape. El pacifismo, la inocencia y el valor en el ejército se presuponen, así que sobran las engoladas y volátiles declaraciones socialistas en un pleno de provincias, que está para otros asuntos. Zapatero a tus zapatos. El alcalde y alcaldable De la Rosa comienza esta semana campaña electoral jugueteando como streamer en Twitch, e inicia también un viacrucis electoral con estaciones en esos barrios de Dios y del diablo, donde los vecinos no le dirán que están «profundamente preocupados por la grave amenaza que representan las armas nucleares», sino por cuitas menores, o sea, engorrosos asuntos de basuras, infraestructuras, barracas, grietas, aparcamientos, degradación de espacios urbanos, etc. etc., que clavarán como afiladas púas en la corona de espinas del candidato.

Estas cuestiones son también bombas, artefactos explosivos que dinamitan votos cuando no se debaten, ni se solucionan, y se dedican los plenos municipales a mirar a las nubes. En lugar de ser noticia por el acuerdo de abolición de las armas nucleares, debíamos serlo por vivir en una de las ciudades más bonitas de España, limpia, con modernas infraestructuras y comunicaciones, abanderada de la cultura, rica en patrimonio e historia, con excelente gastronomía, turismo y calidad de vida. Pero no. ¡Dios, qué buenos vasallos si tuviesen buen señor! 
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