María Guerrero

Tribuna Sanitaria

María Guerrero


Besos y abrazos

12/01/2023

Se realizan las listas de buenos propósitos para el recién estrenado año, algo tradicional en estas fechas navideñas, y un clásico es la salud: dieta sana, perder peso, dejar de fumar y de consumir alcohol, realizar más ejercicio físico…Lógicamente aplaudo estos objetivos, que confío en que se cumplan, pero planteo una propuesta, posiblemente mucho más fácil de realizar, y con un alto poder terapéutico para regalar a los que nos rodean, y es compartir el sentido del tacto.

El sentido del tacto, localizado en la piel, es el de mayor tamaño del cuerpo humano, nos envía mensajes del entorno constantemente, capta sensaciones, nos protege, trabaja incluso durante el sueño. ¿Somos conscientes de su actividad?

El tacto se activa a través de los millones de receptores de sensibilidad localizados por todo nuestro cuerpo, que conectan directamente con nuestro cerebro, donde se produce la transformación entre lo físico, el roce de la piel y la generación de sensaciones y sentimientos. Se ha demostrado que a través del tacto se reducen los niveles de cortisol, hormona relacionada con el estrés; se incrementan los niveles de oxitocina, la hormona del amor, que incrementa la sensación de placer y felicidad, y se refuerza el sistema inmunológico.

Algunas investigaciones afirman que es el primer sentido que se desarrolla dentro del útero, y desde ese momento ya no podemos prescindir de él. Desde el nacimiento, las caricias son esenciales para el desarrollo físico y cognitivo, y se ha demostrado el impacto negativo que supone su ausencia para la salud en general. Durante la pandemia de la covid-19 verbalizamos y sentimos ese vacío por la pérdida del contacto físico, y el tacto cobró una gran importancia entre los órganos de los sentidos. Con el paso de los años, el sentido del tacto como otros sentidos también comienza a atenuarse, y aunque su pérdida es gradual e imperceptible, una persona de 80 años poseerá la cuarta parte del que poseía a los 20 años, afectando a su calidad de vida, de ahí la importancia del contacto físico continuado con los ancianos.

Mediante el tacto establecemos una comunicación superior a la de la palabra, por ser más profunda, precisa y verdadera. Necesitamos abrazarnos cuando estamos alegres, para compartir la ilusión y la energía que nos invade, con la adrenalina emanando por los poros; si estamos tristes, un fuerte abrazo nos reconforta, aporta relajación; y ante el miedo, un abrazo fuerte tranquiliza, la presión que se ejerce sobre el cuerpo facilita la disminución de los niveles de cortisol. Una suave caricia en la mano o en la espalda, el apoyo de una mano sobre otra, aporta relajación y confianza, con una profunda sensación de bienestar. Todos estos gestos se traducen en una importante dosis de farmacología natural, que podemos practicar todos los días.

Thomas Fuller, médico inglés, escribió: Ver es creer, pero sentir es la verdad.

Mis mejores deseos para el 2023: besos y abrazos. Feliz año.