Ignacio Camarero

Dibujos de Ciudad

Ignacio Camarero


Superioridad moral...

14/11/2022

Circulo por la primera manzana de la avenida de la Paz. Voy en taxi. En la próxima esquina girará a la derecha. Persiguiendo la calle del Morco. El semáforo está en intermitente. Nadie lo cruza. Surge una bicicleta como de la nada. De súbito. A toda velocidad. No vista y vista. El taxista frena. El individuo de la bicicleta, también. Nada pasa. Sólo el susto. Puede que por poco. O por algo más de unos centímetros. Pero el carrilista se asusta. Inmediatamente baja de su vehículo de dos ruedas. Empieza a gesticular. Amenaza. Insulta. Finalmente escupe sobre nuestro parabrisas. Hace con los dedos ademán de dispararnos con una pistola. Nos mira con odio y se va.

El episodio no me sorprende. Es sólo una anécdota más. La superioridad moral es enfermiza en el colectivo ciclista, calzadista o carrilista. Especialmente en los individuos adultos de penúltima generación. La superioridad moral que exhiben sobre los conductores. Desde luego. Pero también sobre los peatones. La acera par de la avenida de la Paz es una muestra de ello. Buena parte de los carrilistas urbanos, no todos, circula, gesticula, y mira a su alrededor, blandiendo la citada superioridad hasta, y especialmente, en la mirada. Esta tribu urbana vocifera, maldice, y hace sonar el timbre contra los peatones, sólo porque consideran que éstos, muchos de ellos de avanzada edad, usan su parte de la acera a destiempo. Es una especie de ritual primitivo de venganza. Retorcido. Alambicado. Oscuro. Lleno de complejos. Yo maltrato a los peatones porque los conductores me maltratan a mí.

Yo no respeto a quienes cruzan por mi carril, porque a mí no me respetan cuando hago lo propio por el de los demás. La gran pregunta, por lo tanto, está servida. ¿Hay algo de superior en un ciclista urbano…? Inicialmente, creo que sí. Es loable que una persona renuncie a utilizar otros medios de transporte más contaminantes. Pero la movilidad de la bicicleta en la ciudad tiene demasiadas asignaturas pendientes. Semáforos. Pasos de peatones. Direcciones prohibidas. Vías peatonales. Carriles metidos con calzador. El ciclista urbano vive en la infracción continuada. Puede que la ciudad obligue. O puede que no. No hay nada más inferior que sentirse superior…