Rosalía Santaolalla

Sin entrar en detalles

Rosalía Santaolalla


Hablemos

25/02/2021

La criatura firma como Potas. Y ya está, porque no es que firme ninguna obra suya, sino que, de momento, se dedica a estropear las de los demás. Habré visto su huella en alguna parte, como otros muchos borratajos que ensucian paredes y persianas, pero no había reparado en ella hasta que David Palacín ha mostrado en sus redes su interés por hablar con él después de que haya manchado una de sus fotografías de la serie Patio de Vecindad, en la que muestra los rostros de las personas sin hogar que viven en las calles de Burgos. El primer impulso, razonable, es no entender el acto vandálico: qué satisfacción encuentras emborronando la obra de alguien. O yo qué sé: qué tiene que ver la defensa de la libertad de expresión con destrozar y saquear una tienda. Pero tiene razón Palacín. Qué ganamos quedándonos en la superficie. Habrá que indagar en las motivaciones, en las causas, porque digo yo que nos interesará buscar las soluciones.

En Doce hombres sin piedad, que debería ser de visionado obligatorio en los institutos, los personajes que componen el jurado protagonista entran a la sala de deliberaciones donde transcurre toda la acción con una idea clara de lo que van a votar. Tienen que decidir si condenan a muerte a un chaval por el homicidio de su padre. Y la mayoría quiere declararle culpable. Algunos porque han dado por buenos los argumentos del fiscal, otros porque han juzgado al chico desde que le han visto la cara: es conflictivo, se llevaba mal con su padre, menudo barrio, vaya amigos. Prácticamente todo el jurado menos uno de sus miembros: el jurado número 8, que tiene dudas. En la peli, el personaje que interpreta Henry Fonda, o si lo prefieren, el maravilloso José María Rodero del Estudio 1, es lo suficientemente valiente para ser el único que disiente de lo que opina la mayoría en una primera votación. Siempre tiene que haber alguien así, ¿y ahora qué?, decía con hastío otro de los jurados. Y Fonda, o Rodero, respondía con candidez: tendremos que hablar.