Belén Marticorena

Sobreviviendo en la Jungla

Belén Marticorena


Pito, pito, colorito

26/05/2023

Estamos a dos días de la gran decisión y todavía estoy pensando qué hacer con ese valioso derecho, que es el poder votar. Qué nervios, ya me imagino ante la urna, bueno, más bien en el colegio electoral que me han asignado, dando vueltas por los pasillos y como si de un examen se tratase, intentando no equivocarme mucho en la respuesta.

Estoy en un momento en que todas las posibilidades me parecen casi iguales. Intento seleccionar, tengo claro que los extremos se quedan fuera de cualquier opción porque no me gustan, y porque siempre hacen que me salten todas las alarmas. Cuando echo la vista atrás en nuestra historia, compruebo con pánico que los abusos más grandes se han cometido por ambos extremos, bien de la derecha o de la izquierda. Nunca han traído nada bueno, solo desigualdad garantizada para los que no piensen igual que ellos.

Por otro lado, siento una terrible decepción con el hecho de que un país liberal y de centro, como era el nuestro, se haya quedado sin opciones a este respecto y solo podemos votar a un aburridísimo bipartidismo. 

Y, desde luego, tengo claro que no quiero que las minorías de cualquier signo acaben marcando el paso de mi ciudad. Tenemos experiencias varias a este respecto, porque últimamente siempre hay una mayoría que se queda pasmada viendo cómo su voto se pierde en el vacío, mientras unos pocos exaltados y sin ningún objetivo real se hacen finalmente con el poder de decidir.

Una pena, intentaré ser lo más coherente posible y no desperdiciar mi voto, sí, ese voto que desde hace varias elecciones siento que no debe valer lo mismo que el de muchos otros. Y ello porque soy consciente de que no tengo suficiente capacidad para discernir quién miente o quién no, o quién es mejor persona o gestor de aquel otro que solo me vende humo.

Me resulta triste, pero la democracia ya no me parece el sistema más justo, sino el más conveniente para unos pocos. Si hemos llegado al punto de comprar y traficar con los votos, la democracia no existe, se vende, y esto tiene ya otro nombre. En cualquier caso, no se queden en casa y voten lo que voten, háganlo con la cabeza porque con el corazón ya no se puede.

ARCHIVADO EN: Democracia, Desigualdad