Fly too high. Janice Ian.

El pasado 23 de marzo viví uno de esos días que difícilmente se olvidan. Un día agridulce, con muchas emociones. 

A media mañana me acerqué al Montecillo para asistir al cambio de nombre de las instalaciones deportivas, que a partir de esa mañana pasaron a llamarse Complejo Deportivo «Juan Carlos Higuero», como homenaje y merecido reconocimiento en vida a este carismático arandino, al que siempre me he referido como el mejor atleta español de todos los tiempos, y que siempre ha hecho gala de un «arandinismo» activo con el que ha paseado su nombre por todo el mundo. Y siempre para bien.

Pero como decía al comienzo, este era un día agridulce. En esos momentos de alegría era imposible no sentirse desolado al ver que uno de los inquilinos habituales del Montecillo, Sánchez, no estaba allí para acompañar a Juan Carlos en su día. En esa misma jornada, Juan Antonio González Sánchez, «Sánchez» para todo el mundo, nos había dejado definitivamente de esa manera tan elegante que siempre usó a lo largo de su vida: callado, discreto, sin hacer ruido. 

Tuve la suerte de tratar con él a lo largo de muchos años, y puedo decir que nunca una persona demostró la caballerosidad, el respeto, el agradecimiento y la comprensión que irradiaba este deportista que entregó su vida, su tiempo libre y su trabajo en la promoción del deporte que alimentaba su vida. Nunca, en los años que estuvo al frente de su querido club de boxeo, escuché de su boca un reproche, un lamento, una queja... Nada. Todo en él era respeto, agradecimiento, alegría, actitud positiva. Sabía escuchar. Y cuando hablaba, siempre aprendías algo. Fue un placer trabajar con él. El mundo del deporte, no sólo del boxeo, ha perdido un gran valedor. Pero su trabajo ahí está, y creo que estará presente durante muchos años. 

Gracias por tu legado, Sánchez, pero sobre todo, gracias por tu sincera amistad.

Vuela alto, Juan Antonio, ¡vuela muy alto!