Ganar es anotar más goles que el rival, llegar primero a la meta, acabar antes una tarea, tener más puntos o que el azar esté de tu lado y acaben en tu bolsillo una lluvia de millones, un jamón o unas entradas sea para el evento que sea. Pero convencer... eso es otra cosa.

Ayer, por fin, vimos en El Plantío caminar de la mano los términos vencer y convencer. Además, fuimos testigos de cómo se gana a un gran equipo, a unos de esos que tiene en sus filas jugadores 'top', muy 'top' o que están en el camino.

Una muy buena primera parte en defensa, probablemente de las mejores de esta temporada, y con recursos e inspiración desbordada en ataque. Esa era la actitud. 

Solo el 5-1 planteado por el filial culé tras el paso por vestuarios hizo pensar en los viejos fantasmas del año pasado. Qué recuerdos... Pero todo gran partido necesita de ese puntito de épica que lo engrandece y, si en la primera parte fue Ibrahim y Karlov, en la segunda Felipe saltó del banquillo para levantarnos a todos y hacernos creer que mientras las matemáticas no digan lo contrario se puede uno ilusionar. Algo difícil.

Porque son estas victorias las que hacen creer en el futuro y olvidar las dolorosas derrotas del pasado. Porque ganar y sumar te mantiene vivo pero vencer y convencer te hace soñar. 

Ayer El Plantío vibró, saltó y disfrutó, y eso ya mereció la pena.

Pero más allá del resultado y sin quitarle un ápice de importancia, el de ayer tiene doble lectura. ¿Era vencer y convencer o era vencer para convencer? Vimos entrega, talento y sacrificio... justo lo mismo que vio el allí presente nuevo entrenador.