Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Simplemente, la muerte

02/11/2020

Ayer fue el día designado por la tradición para recordar a los que caminaron por nuestra vida y ya no están, a los muertos propios.  La visión que esta sociedad tiene de la muerte ha evolucionado en las últimas décadas como lo ha hecho en otros ámbitos. Por decirlo rápidamente, se la ha barrido debajo de la alfombra; hemos optado por hacer como si no existiera. 

En otros tiempos, la relación con la muerte estaba mucho menos distorsionada: en un mundo donde la gente moría a cualquier edad y casi por cualquier causa, el hecho estaba normalizado y engarzado bien visible en la vida. Yo mismo recuerdo los últimos coletazos de esa cotidianidad de la muerte, con capillas ardientes en las casas a las que asistíamos los niños, bien pequeños, sin que nadie se preguntara si resultaríamos traumatizados. Yo no lo estoy.

Hoy, por contra, la muerte es tabú; todo lo que no huela a felicidad instagrameable está proscrito. Sirva como ejemplo la alegría con la que hemos abrazado la celebración de Halloween, una vuelta de tuerca infantilizante, un poco tonta y, por supuesto, comercial del hecho de la muerte.

Pero mirar a otro lado no libra a nadie de la Parca, solo hace más dolorosa su visita. Este año terrible ha puesto, con un puñetazo, la muerte encima de la mesa. Nos ha sorprendido creciendo, rondando y acercándose. Hemos visto la dureza de las muertes solitarias, de las despedidas que no pudieron ser y los vacíos que no se llenarán. Y nos ha recordado que hemos de morir, que es más que una probabilidad, y que hay maneras y maneras. Nos ha obligado a salir del escondite y mirarla de frente.

La muerte está ahí, siempre lo estuvo: es, de hecho, la única certeza; conviene mirarla, sí, y se puede hacer desde muchas perspectivas para buscar calma, consuelo o serenidad. Estos días, una opción es visitar una de las más deslumbrantes: la que aportaron Juan Rulfo y García Márquez en sus tremendos Pedro Páramo y Cien años de soledad. En ambas novelas, vivos y muertos conversan, se confunden y entremezclan en un mundo en el que la muerte no es una frontera, sino una circunstancia como cualquier otra de la vida. Otro buen plan para hoy, si tiene niños (o no), es ver Coco, emocionante película animada de Pixar que habla sin ambages de la muerte y la ausencia. Y todo, a ritmo de rancheras y corridos. Los buñuelos, los pone usted.

Salud y alegría.

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