Cuando las barbas de tu vecino -en este caso vecina- veas pelar, pon las tuyas a remojar… Es lo que ha debido pensar el consejero de Sanidad, Alejandro Vázquez, cuando ha visto que el oleaje de esa marea blanca está poniendo en solfa la gestión sanitaria de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Yo, señor consejero, no dudaría tanto que, al final, las movilizaciones sanitarias, se trasladen también a Castilla y León.

La paciencia castellana es legendaria y ancha, pero motivos hay más que suficientes para la movilización no solo en la atención primaria sino también en la especializada y en la hospitalaria, en las urgencias… Las largas listas de espera quirúrgicas y las enormes dilaciones en las citas están ahí, también el cierre de consultorios rurales y los vergonzosos retrasos en la construcción de algunos centros para sonrojo y vergüenza de unos gestores sanitarios. Están demostrando una negligencia y desidia supinas y, lo más grave, una peligrosa imprevisión que puede llevar al colapso del sistema sanitario.

Nunca es tarde para poner remedio. El señor Vázquez ha visto las orejas al lobo y quiere abrir un diálogo con los sindicatos y asociaciones de medicina de familia y pediatría para reducir cupos y rebajar la presión asistencial, pero mucho me temo que será insuficiente si, de una vez por todas, no se implica a todos los vectores y profesionales para encarar el principal problema que no es otro que la falta de médicos y de personal sanitario. Esto solo se soluciona con mejores salarios y condiciones laborales para evitar el constante y sangrante éxodo de profesionales a otras comunidades o países en los que están mejor pagados y mejor considerados.

La resolución de los problemas estructurales de la sanidad pública exige una mayor inversión en plantillas y dotaciones, la suma de los recursos públicos y privados además de una mejor gestión, organización y coordinación. Si añadimos una necesaria despolitización y, sobre todo, ese urgente pacto de estado en el que se implique de verdad el Ministerio de Sanidad igual seguro que salimos de este atolladero.