Cada vez me resulta más complicado digerir que un negocio privado que gira en torno al dinero y que se supone está gestionado por expertos en economía y finanzas pueda llegar a quebrar como empresa. Que nos pase a los que optamos por un Bachillerato de 'Letras' y los números nos dan alergia, se puede entender. Pero a una entidad bancaria… 

Aunque si juegan con capital ajeno, abonan sueldos estratosféricos a sus directivos y apuestan con alto riesgo en busca de rápidos o elevados beneficios… Igual es normal darse el batacazo. Vale, pero entonces dejen de aterrorizarnos con amenazas de caídas en cadena y pongan de una vez controles efectivos a estos desmanes. ¡Ah! Y no les rescaten de nuevo con nuestros dineros, con la excusa de que nos afecta a todos. Porque son negocios privados que tienen la misma responsabilidad que cualquier otra empresa (o más).

Los ciudadanos de a pie apenas recibimos formación económica y financiera en las escuelas o institutos, lo cual, a lo mejor, sería para mirar ya, por la importancia que tiene en nuestras vidas, tanto para lo más básico, como es la gestión doméstica, como para poder tener la opción de emprender o invertir con más seguridad. Pero me da en la nariz que a algunos no les interesa que controlemos mucho de finanzas.

Nos vemos obligados a hacer números todos los días, para comprobar que ingresamos más de lo que gastamos, si necesitamos una hipoteca, para calcular los costes anuales de cuotas y comisiones de estas entidades bancarias en las que no tenemos más remedio que depositar nuestro dinero. Como particulares, autónomos o también como gestores voluntarios de asociaciones o entidades sin ánimo de lucro, con las cuales, por cierto, los bancos no tienen piedad (sobre todo si son pequeñas).

Sí. Don Dinero ha sido y seguirá siendo un poderoso caballero que debemos aprender a manejar. Y si es junto a grandes dosis de ética, mucho mejor.