Samuel Gil Quintana

Libre de marca

Samuel Gil Quintana


Es nuestra Copa, hermano

17/12/2020

Hay aromas que perduran toda una vida. El de la Copa, con su mística, se había quedado planeando sobre El Plantío desde aquel partido contra el Nástic de hace siete años, esperando a que volviéramos para inspirarlo.

Algo de especial tiene esta competición, de la que yo me enamoré siendo todavía un niño, cuando mi hermano cambiaba su turno en la fábrica para no perdérsela y mi madre nos preparaba los bocatas para el descanso. Recuerdo, a la entrada al estadio, cómo tratábamos de ocultar las latas de refresco entre los abrigos, siempre grandes con la excusa del frío. Eran noches mágicas, en las que nuestro Burgos tumbaba al Racing de siempre, el de Primera; o en las que Kovacevic, mito de la Real Sociedad, nos privaba de un sueño que ya rozábamos con la yema de los dedos.

Con los años, mi hermano y yo comenzamos a ver el fútbol en gradas distintas. Después de una vida entera de fidelidad, se tomó un descanso y dejó a otros su sitio. Le duró poco porque el escudo, una vez amado, nunca se olvida.

Los sueños coperos murieron para mí un 16 de octubre de 2013. El Valencia se nos quedó entonces a un paso y ni siquiera Mieres, donde también derramé algunas lágrimas, pudo levantar aquellas emociones de la lápida. 

Ayer, todo cambió de repente. Contra el Andorra, a partido único como la Copa que siempre soñamos, el Burgos hizo latir a 850 corazones con su pase a la segunda eliminatoria. Y aunque no pude verlo, estoy seguro de que también latió el corazón de mi hermano. Pude sentirlo porque los dos estábamos allí. Yo, tras una cámara. Él, al otro lado del campo. Por eso, hoy me he levantado imaginando su sonrisa. Esa que luce ahora al leer estas líneas. La misma que brillaba en su rostro durante aquellas noches de copas en las que vi ser feliz, probablemente como no lo ha sido nunca, a mi querido hermano.