Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Silos

06/07/2020

Leí la pasada semana que el Ministerio de Agricultura sacará a subasta a finales de verano seis silos agrícolas de la provincia de Burgos. No es la primera vez que lo hacen, de hecho repiten porque nadie los quiere. Y es una pena, porque son unas construcciones fabulosas que se alzan sobre el horizonte, amarillo ya a estas alturas, y muchos son visibles desde las carreteras. Arquitectónicamente son increíbles: moles verticales racionalistas a las afueras de pueblos de adobe o, con suerte, piedra; o, en otros casos, plantadas como vestigios de civilizaciones pasadas (o extraterrestres) en medio del puro campo.

Como puede ver, me alucinan estos edificios (a mí y a pocos más a juzgar por su estado). Muchos de los silos existentes en España, yo diría que los de aquí todos, se empezaron a construir en los años 40 del siglo pasado, en plena autarquía. Al principio, el programa contó con la ayuda de ingenieros del ejército alemán, léase nazi, y había como dos o tres modelos (y tamaños) que se repitieron por todo el territorio. En poco tiempo el mundo cambió mucho y cayeron en desuso y, después, en abandono.

Algunos ayuntamientos han reclamado su cesión para hacer algo con ellos, al menos evitar su ruina, pero de momento el ministerio no ha cedido; ya se sabe lo que pasa con los ministerios. Así, el 29 de septiembre, se volverán a poner a la venta y previsiblemente no encontrarán comprador. Excepto, claro, que demos un paso adelante. Yo actualmente no dispongo de ese puñado de cientos de miles de euros que me convertiría en el feliz propietario de una de estas ‘catedrales del campo’, como han sido denominados los silos. Pero si usted, o alguien que conoce, anda más suelto y comparte mi gusto por estas maravillas, no dude en hacérmelo saber. 

Una vez comprado, las posibilidades son infinitas: en Rotterdam, un megasilo del puerto es ahora una famosísima sala de conciertos (¿se imagina un Sonorama de invierno)?; se podría también envolverlo en tela como hizo el artista recientemente fallecido Christo con el Reichstag y prepararse para recibir modernos… Y por supuesto, se puede plantar una silla en medio (preferiblemente con el asiento de paja trenzada o mimbre), abrir la puerta y ver como el viento acaricia los trigos en las lomas, en primera línea del mar de Castilla.

No me diga que no le pone.

Salud y alegría.