Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


Ay, Castrovido

21/04/2023

Más secos que la mojama. No llueve, no lo hace en condiciones desde hace meses y la sequía es un problemón nacional. El abastecimiento peligra en pueblos sin infraestructura suficiente, las zonas turísticas tienen pánico a las restricciones y los agricultores miran desesperados a unos campos secos en los que no ha crecido el tesoro que da la tierra cuando el cielo se porta.

En Burgos, a estas alturas del año, lo normal sería esperar unos cuantos millones a punto de caer al bolsillo de los cerealistas, esos que luego alimentan los concesionarios de coches, las empresas de maquinaria agrícola, los departamentos de banca privada y las inmobiliarias. Pero esta vez no. Salvo milagro en mayo, el palo económico será descomunal para la economía provincial.

¿Y qué podemos hacer? El hombre ha logrado enviar robots a Marte, pero aún no ha sido capaz de fabricar agua de forma eficiente y sin necesitar ingentes cantidades de energía. Así que solo podemos pinchar el suelo (cuando hay acuíferos), trasvasar entre cuencas fluviales o hacer pantanos.

Estas dos últimas soluciones están proscritas por motivos ecológicos e ideológicos. Suena a cosa antigua, al Régimen, a atentado medioambiental. Pero funcionan. Gracias al hormigón, por ejemplo, Burgos y Madrid presumen de tener el mejor agua de España. Y en nuestra provincia, aunque no se lo crean o más bien lo hayan olvidado, tenemos una presa por estrenar.

Castrovido, ese gigante construido muy cerca de Salas de los Infantes, es nuestra particular obra de El Escorial. De tantas vueltas como ha dado, de tantos problemas como ha tenido y tras sus últimos sobresaltos que ni siquiera soy capaz de explicar (problemas aquí y allá, pruebas de llenado, en definitiva más demora) ya nadie cuenta con ella. Y, sin embargo, cuando funcione, será un señor pantano. Capaz de aumentar la superficie de regadío. De almacenar los bestiales deshielos de la Demanda para cuando nos falte el agua. 

Ay, Castrovido, ejemplo de tantísimas cosas mal hechas. Ay, ese proyecto eterno del que llevan hablando dos generaciones y que tan bien le vendría a las sedientas tierras castellanas en años como este.

España está inmersa en un imparable proceso de desertificación que obliga no solo a moderar el consumo de agua, sino a construir infraestructuras para almacenar y movilizar lo que nos siga cayendo del cielo. El que lo niegue está ciego y condenado a pasar sed.