El Hospital Universitario de Burgos se sitúa en el número ochenta y ocho de la lista de hospitales públicos de España y es el que tiene peor reputación de los grandes de Castilla y León, según el Monitor de Reputación Sanitaria de 2020. Esta deficiente calificación sugiere que se puede hacer mejor porque hay otros centros hospitalarios que lo hacen y curan más, investigan más, tienen mejores dotaciones de medios y personal, más liderazgo de sus responsables y, en definitiva, mejor gestión y mayor prestigio, y pueden presumir de ello, teniendo el HUBU que conformarse con que no se aireen mucho los datos del estudio citado para ir pasando el trago como los malos estudiantes cuando les preguntan por las notas del curso. La pandemia ha propiciado que desde hace más de un año la información tenga tinte sanitario, así que, remedando el proverbio latino, nada de lo que ocurre en el HUBU nos es ajeno y estamos al cabo de la calle de los controvertidos procesos de renovación de jefaturas, de las reivindicaciones del personal de Urgencias y de otras cuitas que surgen de las revueltas aguas hospitalarias que intenta apaciguar el gerente Romo. Sería deseable que no se cumpla la norma de que el nombre marca, y si Demóstenes fue vigor del pueblo, Sófocles, gloria de la sabiduría y Protágoras el primero del foro, no sea Romo tan obtuso como sugiere su apellido, pero esto no es sino divertimento etimológico para pasar el rato mientras se cumplen los tiempos de las listas de espera, que como son tan largos, dan para mucho. Antes las gentes morían de cualquier alifafe y ahora también, pero en lista de espera, sin que dé tiempo a sentir en la piel el frío de la amatista del anillo del médico, que, según decían los antiguos, era recordatorio de la lápida de la sepultura. Leamos a Quevedo: ¿Tú sabes qué es Medicina?/ Sangrar ayer, purgar hoy,/ mañana ventosas secas/ y esotro Kyrye-eleison. Sátiras aparte, los profesionales son, del primero al último, lo mejor del varillaje del HUBU y su esfuerzo no merece que la gestión ponga en tela de juicio la reputación del hospital, aunque tal vez, siendo esto malo, lo peor esté por venir, y lo peor sería aquello que decía la delirantemente rubia y provocativa Mae West: He perdido mi reputación, pero no la echo en falta.

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