El alcalde, Daniel de la Rosa, tiene previsto visitar esta mañana las obras de remodelación del parque de San José, entre el colegio Jesuitas y la calle San Pedro de Cardeña, junto a la parroquia del mismo nombre. Acudirá a las 10.30 horas y me gustaría poder decirle que va a encontrar un vergel, todo árboles y frescor para una, por fin, calurosa mañana de junio pero, oh, qué pena, más bien es lo contrario: gracias a la «remodelación» en cuestión las sombras en ese parque se cuentan ahora con los dedos de la mano. 

Pero va hasta allí, donde es cierto que en los últimos 40 años no hemos visto mucho al alcalde, y yo le pido, por favor, que aproveche para explicar con claridad por qué motivo sus concejales de Fomento y Medio Ambiente aprobaron en octubre, casi de un día para otro, la tala de una docena de chopos de 40 años sanos y lustrosos que, según el proyecto de obra que el Ayuntamiento compartió en su momento con los vecinos, iban a conservarse. Le agradecería de corazón que aportara la información que la vecindad, indignada ante semejante tropelía y engaño, ha tratado de obtener en estos meses del Ayuntamiento. Básicamente, qué quejas, por qué hechos, de cuántas personas y en qué intervalo de tiempo se han presentado como para justificar una acción unilateral del equipo de gobierno de esta ciudad que, sin embargo, sufrimos los vecinos.

Los chopos a cuyos pies nos criamos decenas de niños del barrio -y también cientos de alumnos de Jesuitas- son ya historia, lamentablemente. Los talaron sin nocturnidad, pero yo sostengo que sí con alevosía, y eso no tiene remedio. Ahora bien, el Ayuntamiento todavía está a tiempo de sustituirlos por ejemplares de semejante porte y no por los arbustos y proyectos de árbol que han plantado y que, desde luego, no alivian el daño causado. Es una gran ocasión.