Rosalía Santaolalla

Sin entrar en detalles

Rosalía Santaolalla


Competencia espermática 

08/10/2020

Por si teníamos dudas aún de la clase de tipo que quiere sentarse cuatro años más en el despacho oval de la Casa Blanca, él las despeja enseguida en 140 caracteres. Que no nos dejemos dominar por el virus, que él está mejor ahora -después de haberse infectado- que hace 20 años, dice el insensato, que se va del hospital a una mansión con 30 sanitarios a su disposición. En este punto no hace falta recordar el número de muertos, de contagiados y el excluyente sistema sanitario del país norteamericano. Deja corto de surrealismo y muestra menos sentido común que el Trump que encarna Alec Baldwin en Saturday Night Live, el programa de humor más longevo de la televisión estadounidense. En uno de sus últimos sketches, búsquenlo, el Joe Biden de un soberbio Jim Carrey deja en pausa con un mando a distancia a su oponente, durante el último debate electoral. El sueño de muchos. Y de muchas.

En La vida contada por un sapiens a un neandertal, Juan Luis Arsuaga le explica a Juan José Millás que el cerebro consume cantidad de glucosa, independientemente de si piensas mucho o poco. Un veinte por ciento de las calorías que necesita el organismo. Imagínense el cerebro bajo ese tupé rubio como un grifo abierto a lo bobo. Como una madre rogando a su hijo adolescente que recoja el cuarto. Gastando energía para nada. 

Cada uno sabrá a qué dedica su veinte por ciento. En este momento hay unos cuantos científicos en todo el mundo destinando esas calorías a buscar una vacuna que nos saque de esta pesadilla. Por lo visto, Trump prefiere usarlas para expandir el coronavirus en actos convocados por su gabinete y en extender el odio en los ratos libres que le quedan. Incluso hay quien se está pasando la pandemia gastando esa glucosa en buscar argumentos para, a estas alturas todavía, negar que haya un virus. Yo les recetaría un día con el paleontólogo y el escritor -perdón por adelantado a Arsuaga y a Millás- incluso para que les explicaran lo de la competencia espermática: el tamaño de los testículos tiene que ver con las posibilidades de fecundar un óvulo y con nada más. Hasta eso les queda por aprender.