Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


La compra

01/06/2020

Comentaban los responsables de una tienda de barrio a la que acudo que, con la nueva situación, estaba entrando al local público nuevo. Se trata de gente que acostumbra a comprar en centros comerciales y supermercados y que ahora se decanta por el comercio de barrio porque teme a la posibilidad de contagio en un sitio más grande o porque, al pasar más tiempo en casa, le cae a mano. Decían que la mayoría es muy correcta pero que también eran unos cuantos los que tenían un comportamiento al que no están acostumbrados.
Contaban que algunas personas se quejaban con escándalo del tiempo que tocaba esperar en las colas y, por extensión, de la lentitud del servicio. Otras ponían el grito en el cielo si el datáfono de cobro tenía problemas de conexión y algunas, además, pagaban su amargura dispensando un trato poco respetuoso a los encargados del colmado.
El problema, seguramente, reside en que estos nuevos clientes no entienden los códigos de este tipo de establecimientos; porque los tienen, como cada ámbito de la vida, y resulta conveniente conocerlos y funcionar acorde a ellos. No es lo mismo ir al supermercado que a la tienda de la esquina. En esta, conoces el nombre de quien te atiende y, probablemente, saben el tuyo; ninguno de los dos lo llevamos en una chapita sobre el pecho, es otro tipo de relación.
Se compra, claro, pero suceden otras cosas que no son un inconveniente, sino la esencia misma del lugar. Así, si la señora X o el señor Y están ese día más locuaces, se espera uno un minuto más y no pasa nada. Si nos precede alguien mayor que le echa un rato largo porque se lía, se pone uno a mirar las estanterías o a pensar tranquilamente en sus cosas. Así va este negocio.
Resulta curioso que a algunos les cueste asimilar estos códigos de funcionamiento y no se subleven con otros que constantemente aumentan la exigencia hacia el consumidor. Para comprar en un súper, por ejemplo, hay que recoger los productos de las estanterías, en ocasiones pesar la fruta, hacer colas, desde hace un tiempo cobrarse a uno mismo, meter todo en bolsas... Muchas veces, además, soportando un hilo musical horrible en un ambiente despersonalizado. Por lo demás, es muy cómodo. Pero a nadie se le ocurriría llegar a la caja y decir que ya lo paga mañana. Eso está en el código de otros lugares. Salud y alegría.