Ojalá me equivoque, pero a estas alturas del año me huelo que estas Navidades serán las primeras de mi vida que no podré pasar ni un solo día en Burgos. A los que llevamos unos cuantos años fuera del nido, volver, como dice el anuncio, a casa por Navidad se nos empieza a antojar harto complicado a un mes vista del tan ansiado reencuentro con los nuestros. Ante el avance de la segunda ola, el sentido común y la responsabilidad individual han de primar sobre el deseo, y millones de españoles deberemos, si lo hacemos bien, celebrar a distancia esto días, tan de juntarse. Las comidas, abrazos, besos, cariños y complicidades tendrán que aplazarse, acumulándose con intereses, solo un poco más… 
Ante tan atomizadas fiestas, las familias empezamos a plantearnos alternativas que nos permitan acompañar y estar acompañados, eso sí, virtualmente, por las personas con las que nos apetecería estar físicamente. Lo más sencillo, e imagino que lo más utilizado serán las herramientas de videollamada, una mano al móvil con la cámara frontal encendida y otra a la copa de cava o champagne. O sí son familiares, la cámara del portátil conectada por hdmi a la televisión para comernos las uvas con los abuelos y los tíos. 
Pero si queremos ir un paso más allá y vivir experiencias diferentes y originales, aún en la distancia, ya hay un montón de empresas e iniciativas individuales que ofrecen desde un taller de ciencia para peques en directo a visitas a sala de barricas con cata final del vino que la bodega te ha hecho llegar antes a casa. Magia, talleres de cocina, visitas singulares a sitios especiales con conexiones en streaming, compartiendo y a precios razonables, para hacer más llevadera la separación, divirtiéndonos juntos. Este bicho no va a poder con nosotros, y mientras esperamos para recuperar lo que nos pertenece, lo nuestro y a los nuestros, podemos aprender que hay otras vías para acercarnos, y que están a un clic. Brindemos por el reencuentro, pero hagámoslo seguros. 
    @RodrigoBurgosOr.