Me gustan los políticos que, de vez en cuando, nos recuerdan que ellos también son personas. Hace unos días escuché una conversación entre nuestra consejera de Sanidad, Verónica Casado, de Ciudadanos, y el de Castilla-La Mancha, Jesús Fernández Sanz, del PSOE, que me puso los pelos como escarpias. Conversaban, debatían y, no lo van a creer, pero se entendían.
Hay quien critica duramente la gestión de la Junta en la desescalada. Hay quien critica también la del Gobierno e incluso la del Ayuntamiento. Críticos entendidos hay en todas partes y defensores especializados también. Yo pertenezco a este último grupo. Pertenezco al grupo de la prudencia, al que considero que pertenecen también quienes dirigen la ciudad y la comunidad. Hay quien dice que el Ayuntamiento llegó tarde y que la Junta es un desastre. 
Como defensora especializada en salud y economía lo niego todo. Nos han robado aviones, hemos comprado material no homologado y ofrecemos unos datos de la evolución de la pandemia que, sinceramente, no hay Dios que los entienda. Pero también fuimos de los primeros en reaccionar, en actuar de verdad. Estos desalmados nos han tenido encerrados, aislados en nuestras casas mientras otros se pegaban por una silla en las terrazas.
Me gustan los políticos que, de vez en cuando, nos demuestran que las cosas se pueden hacer medio bien. Pero sobre todo me gustan los políticos que, en ocasiones como estas, se apoyan para vencer. Me gusta que dos instituciones gobernadas por tres partidos diferentes coincidan, por una vez. Que Marañón le pregunte a de la Rosa qué quiere para desayunar o que Mañueco, Igea y Tudanca se sienten a dialogar. ¿Se imaginan que fuera real?