María Albilla

Plaza Mayor

María Albilla


Fracasar, asumir, continuar

10/05/2021

Vaya por delante que esto no va de ideología. Poco me importa en este momento el fascismo, el comunismo, los bandos, el guerracivilismo, la polarización o como lo quiera usted llamar. Esto va de fracaso y de cómo se asume en la política y en la vida. Y va de como mirarle a la cara para resurgir. Pero sí, la resaca electoral del 4-M corre por mis venas ahora mismo y es impepinable -qué maravillosa es esta palabra- que la jornada electoral madrileña dejó sonados fracasos, unos cuantos fracasados y muy diversas reacciones a ese fracaso. 
Fallar no tiene por qué ser malo si sirve para echar un pie atrás y coger impulso. Quien yerra lo ha intentado antes, ha sido actor de la vida y puede tener suerte y encontrar una red. Edmundo Bal, el aspirante de Ciudadanos, decidió hacer frente al desafío que suponía postularse para la Comunidad de Madrid. Su actitud fue tan valiente como temeraria y el resultado el esperado salto al vacío: un descalabro a la altura de las generales y las catalanas. Y ahí estaba luego la jefa Inés Arrimadas, que le aupó al día siguiente a número dos de un partido que no tiene proyecto, pero, oiga, ahí dicen que lo van a volver a intentar. «He fallado una y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito», decía Michael Jordan. Veremos...
Hay fracasos que a uno no le queda otra que masticar y digerir en soledad. Es lo que le ha pasado al socialista Ángel Gabilondo. Soso, pues sí, muy soso y un poco cándido al dejarse convencer para salir al paso de una Isabel Díaz Ayuso desbocada desde el principio en las encuestas. Pero nadie se merece, ni en la política ni en la vida, tanta soledad después de un mal trago y menos cuando ese estrepitoso fracasono es solo cosa tuya. 
Y despedida y cierre para otros. Pablo Iglesias optó por enfadarse con el mundo y dar un portazo al no obtener los resultados electorales esperados, hizo suyo el fracaso y conjugó el verbo dimitir. Eso sí, se lleva un pan bajo el brazo.