Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Sustrato

04/10/2022

Con prontitud nos albriciarán lo rentable que ha sido el Burgos cidiano: movilidades ingentes, espectáculos callejeros a rebosar, gran salida de la mercadería medieval sobretasada, y mucha felicidad en el sector que se forra con la ilusión colectiva: los taberneros.

Comprendiendo el gusto de la gente por la vida ruana, porque colores y sorpresas les alegren la grisura de sus niñas, que algo parecido al sentido de fiesta alerte corazones y bolsillos, lo cidiano, creo yo, merece una vuelta, no por su innegable éxito, sino por su trasfondo.

La historia de la Edad Media, que en verdad es fascinante, transcurrió en unas condiciones de extrema dureza, carestía, hambrunas, inseguridad, enfermedades incurables, violencia constante y cortas expectativas vitales, como cuenta Jacques Le Goff en El nacimiento del purgatorio. Se me dirá que el jaleo cidiano es una inocente celebración de (mínimos) ribetes literarios -supuestamente, los del Cantar-, lo que haría cualquier licencia aceptable. Claro, pero también es un ejercicio de atemporalidad, de ahistoricidad para imbuirnos en un ambiente de rijosa novelería, donde todo aquel que se disfraza tiende a ser Cid, caballero, alférez, conde, rey, papa, obispo, Jimena, reina, condesa, abadesa…, y no los mil veces más comunes campesinos, pobres, leprosos, putas, giróvagos, artesanos judíos o musulmanes, o, aún más preocupante, ni siquiera rey de taifa o visir. El jaleo cidiano lleva a confundir al héroe de Vivar con Robin de Locksley, -por supuesto, blanco nuclear y cristianísimo-, otorgando un aire de justiciero imposible a aquel que en buena hora ciñó la espada.

La medievalidad tozudamente recogida en el callejero burgalés, en la simbología urbana, conduce a la simplificación histórica, a la naturalización de los privilegios, al reaccionarismo e inmovilismo social. Bien lo supo el otrora caudillo y otros bastantes antes que él. Las pseudomemorias medievales convierten la vida de nuestras calles en tránsitos de pretensión inalterable, en historicismos de serrín que entienden que han de seguir mandando 'los de Burgos de toda la vida' -incluso cuando su antigüedad no vaya más allá del Polo de desarrollo-.

Falsas juras, falsos solares, falsas relaciones con el héroe… La de Burgos y el Cid, es pura historia ficción, pero no inocente. Bien lo han sabido siempre sus famosos mercaderes, la clerecía y nobleza. Como lo siguen sabiendo los del gremio tabernil y posadero, y sus best friends for ever. 
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