Soy católico. A machamartillo. Y como tal creo en el dogma de la infalibilidad del Papa, que se circunscribe a cuando el Papa desea sentar cátedra, es decir, establecer una doctrina como segura y que todo católico debe acatar.

Pero no sería más católico por ampliar esa infalibilidad a los comentarios 'de pasillo' que un Papa pueda hacer. Me refiero a declaraciones ante periodistas, comentarios en una audiencia, etc. Por eso me permito afirmar sin temor a la heterodoxia que el Papa se está equivocando en ciertos comentarios negativos sobre el capitalismo.

El capitalismo lo inventaron los escolásticos españoles del siglo XVI. Luego lo extendieron los cristianos protestantes y calvinistas. El capitalismo ha tenido un éxito espectacular, ha sido el motor del desarrollo mundial, ha sacado de la muerte por hambre a cientos de millones de personas. Y si no ha traído más bienestar ha sido porque algunos cristianos poco leídos han 'comprado' la deformación interesada que de ese término -capitalismo- han hecho los marxistas, enemigos de la libertad.

Libertad que llevará a muchos católicos, si lo son de verdad, a compartir con los más desfavorecidos los recursos que legítimamente han conseguido.

Una encíclica no goza de modo absoluto de la infalibilidad, pero se le acerca mucho porque todas las encíclicas están relacionadas entre sí y con los dogmas definidos para que no haya contradicción. Es el instrumento más potente que tiene un Papa para dirigirse a los creyentes. Pues bien, Juan Pablo II utilizó una encíclica, la Centesimus Annus, para defender el capitalismo. Y sus predecesores utilizaron también encíclicas para condenar el socialismo. De modo que queda establecida como doctrina segura, que obliga a todos los católicos, empezando por los propios Papas.

El papa Francisco me gusta, pero debe tener cuidado de no contradecir con comentarios de pasillo lo que ha quedado establecido por sus predecesores de forma oficial y solemne.