Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


Huellas indelebles

01/01/2023

Esta Nochevieja ha sido la primera con cierto aire a normalidad desde la de 2019. En estos tres años han cambiado mucho las cosas para todos y quizás sea una buena oportunidad para que, quien así lo desee, eche la vista atrás y compare cómo afrontó aquel cambio de año y cómo será esta noche. El primer golpe de realidad lo dan las ausencias, atrapadas por la puñetera pandemia o la implacable existencia. También recordarás a aquellos amigos que tomaron otro camino. Es el río de la vida.

Los últimos tres años suman más que 36 meses, pues acumulan demasiadas experiencias inimaginables, como un confinamiento total de casi dos meses, que han trastocado el rumbo imaginado. Habíamos olvidado que lo imprevisible, lo accidental, forma parte esencial del camino, del propio proceso de crecimiento personal.

En los últimos meses, vemos constantes referencias a la recuperación de aquella lejana realidad que llamamos pre-covid. La buscamos detrás de las cifras del turismo, de las ventas de coches o del paro, como si tuviéramos la imperiosa necesidad de rescatar el mundo que vivíamos en aquel 2019. Pareciera que allí estuviera encapsulado el mundo ideal, el nirvana. Sin embargo, debemos admitir que es absurdo, que aquella realidad no va a volver, que esa agua ya pasó por debajo de nuestro puente.

Lo que ha sucedido durante estos años nos ha cambiado, rayado, moldeado, y lo que añoramos quizás es pura ensoñación. Conviene abandonar la añoranza para prestar atención a todo lo bueno que sigue ocurriendo cada día, a las nuevas vidas que han venido a nuestro entorno y que se merecen todo nuestro amor, y a las benditas personas eternas transformadas por el duro cincel de la pandemia.

La recompensa está en el disfrute del camino que vamos recorriendo. Esa ruta que uno va construyendo en una sucesión de pasos más o menos armónicos, donde lo importante es la próxima pisada. Nuestras huellas son detalles del pasado, mientras que el camino es el legado de los valientes que nos abrieron paso. Hoy me quiero acordar de las marcas que mi padre, como tantos otros que echamos de menos, nos pintó en la nieve de la Sierra de Neila para que no perdiéramos el norte. Han pasado cuatro años exactos y ahí siguen, indelebles.

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