Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


Caducidades

10/02/2023

Que pase una vez podría ser casualidad. Mala pata. Circunstancial. Anecdótico, incluso. Que suceda dos ya mosquea. Que se repita más veces (y las que nunca sabremos) es síntoma de algo escandaloso al que nadie (NADIE) es capaz de poner remedio.

Me refiero a la caducidad de los expedientes sancionadores en el Ayuntamiento de Burgos. El caso más sonado fue el del antiguo colegio Niño Jesús. En pleno centro de la ciudad, un edificio histórico con gran valor arquitectónico, que durante su reforma se empieza a derrumbar o se lo dejan caer, el Ayuntamiento propone una multa ejemplar pero acaba en la papelera porque se dejan pasar los tiempos. En dos ocasiones.

Esta semana conocimos otro ejemplo, el del hotel de Caballos de La Cartuja, que según denunció Podemos también ha acabado caducando aunque el concejal de Obras lo desmintió al asegurar que habían conseguido salvarlo el último día hábil. 

Sea como fuere, este nuevo ejemplo (e insisto, los muchísimos que no conoceremos y que se pierden por el camino) ejemplifica una vez más el desastre de gestión en tantas áreas municipales. Unos dicen que porque no hay personal suficiente. Otros que porque no hay una dirección política que establezca prioridades, dé un golpe sobre la mesa cuando es necesario y actúe contra los responsables de los desaguisados que cuestan muchos miles de euros a los burgaleses, bien sea en gastos o bien sea en pérdida de ingresos.

Esta legislatura municipal ya toca a su fin, ya están todos recogiendo los bártulos para marcharse a su casa o para tratar de continuar, y se puede afirmar sin duda alguna que, esta vez tampoco, nadie ha sido capaz de poner orden.

En el lejanísimo junio de 2003, nada más ser elegido alcalde, Juan Carlos Aparicio anunció a bombo y platillo la implantación de un control de calidad inspirado en lo que había visto en el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Aquello, capitaneado por un Inspector General de Servicios donde colocó al entonces jefe de la Policía Local, prometía ser la solución al enquistamiento de una maquinaria municipal que ya se venía desengrasada. Fue puro humo.

A la vista de que se pierden multas de 300.000 euros y aquí no ha pasado nada, y de que nadie toma medidas disciplinarias para acabar con estas situaciones, cualquier esperanza de mejora es mínima. Los que vengan dentro de tres meses dirán que ellos lo van a arreglar, pero yo no me los creo. A ninguno.