Jesús de la Gándara

La columnita

Jesús de la Gándara


Gol

28/11/2022

¡Gol!, qué palabra tan apasionante, tan ansiada, tan prestigiosa, tan universal. Se pronuncia igual en todos los idiomas, pero cada persona lo hace a su manera. No se susurra, ni se pronuncia severo, se grita ¡gooooool! Si no, no tiene gracia. 

Gol viene del inglés, como el fútbol. Significa meta, pero el gol no es la meta, es lo que la traspasa. En su origen en realidad significaba impedir, por eso es tan ansiado, porque contra todo lo que lo impide él lo supera y gana. Ganar es codiciar algo y conseguirlo. Algo tan codiciado como el gol es difícil encontrarlo. Por eso es tan prestigiosa esa palabra en los deportes, en los medios periodísticos, y los tiempos actuales, tiempos de codicia y de deseo, donde ganar es más importante que cómo hacerlo. El fútbol representa más que nada este modo de relación tan anhelante y deseoso con la vida que tenemos los seres humanos modernos. Nuestra sociedad de consumo, consume goles como consume coches o comidas. Los cotiza, los compra, los vende, los traspasa. El consumismo en el deporte del balompié también existe. El fútbol es una actividad deportiva en origen, que se ha trasformado en espectáculo, negocio, mercancía y política. Pero lo común es que sea diversión y deseo, y si algo te divierte, lo deseas y repites, te haces adicto, y haces lo que sea por conseguirlo, como cualquier droga. Por eso el gol genera tantas ansiedades y abstinencias como alegrías y pasiones. Un gol en contra de tu meta es una puñalada afectiva, una lanzada que te traspasa las sienes y la pechera. Por eso el gol es pasión de las fuertes, y la pasión siempre es peligrosa, te arrebata la conciencia o te lacera el corazón. Los sentimientos son sensaciones suaves, las emociones son afecciones más fuertes y las pasiones siempre son efusiones extremas. Cuando algo nos apasiona, nos impulsa, nos cautiva, nos condiciona. Nos hace perder el control de la mente y la conducta. ¿Qué no haría, qué no daría un fanático argentino por un gol ganador, en el último segundo del tiempo de descuento, de la prórroga de la final de este mundial, incluso si, como el propio campeonato, fuera injusto? 

Líbrame, señor Platón, del hombre entusiasmado y apasionado por el gol, pues lleva en su corazón el peligro de la hýbris, del orgullo y la arrogancia de la desmesura.

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