Belén Delgado

Plaza Mayor

Belén Delgado


Fatiga pandémica catalana

14/02/2021

Lo mejor de la cita electoral de Cataluña de hoy es que pone fin a la matraca de frases vacías e inmovilistas que hemos tenido que soportar todos los españoles durante 15 días como si también tuviéramos derecho a voto. Sin negar la importancia de lo que allí pasa y de cómo nos afecta a todos, mucho me temo que la marmota catalana seguirá en su madriguera y con su bucle repetitivo. Solo el coronavirus, que también se presenta en estos comicios, parece capaz de cambiar algún detalle. Pero será mínimo, ya lo verán.
Dicen los psicólogos que para superar este tiempo tan difícil, que nos mantiene en el agujero desde hace un año, debemos levantar la mirada y buscar perspectiva. Solo así podremos intuir un final. 
Y esto es justo lo que nadie está dispuesto a hacer en Cataluña. Y ocurre desde hace casi 40 años. Para entender lo que (no) pasa en el noreste peninsular es muy esclarecedora la lectura de El hijo del chófer, de Jordi Amat, apasionante texto que repasa la historia del poder catalán desde 1960. Es una enmienda completa al mito del ascenso de Jordi Pujol a los altares de su tribu. Un liderazgo alimentado en el círculo de influencia del escritor Josep Pla, alma del seny moderno catalán, que dedicó 30.000 páginas a explicar su comunidad. Y que Amat resume en la pregunta fundacional de Pla: ‘¿Por qué en esta país nadie dice la verdad?’
Después de escuchar tantas veces ‘España nos roba’, produce cólera enterarse de que los españoles pagamos a escote en 1984 los 84.000 millones de pesetas del ‘agujero’ que Pujol y su padre, el contrabandista de divisas Florenci, dejaron en Banca Catalana. Y que todos los poderes, en Madrid y Barcelona, se aliaron para silenciar y así llevar al pujolismo a una mayoría absoluta tras otra. Desde entonces esa sociedad, que conoce todas esas mentiras y las que han venido después, parece haber dimitido de un análisis serio y crítico de su realidad. 
Solo quedan el bloque étnico y ultra que expide certificados de buen catalán, frente a las ‘perlas cultivadas’ del otro lado, los Pablos (Iglesias y Casado) reyes de la doblez en sus mensajes para intentar arañar algún miserable voto. El fin de la matraca de hoy dará paso a nuevos giros argumentales sobre la imposible normalidad de mañana. Solo queda rezar para que el virus de la ‘variante catalana’ no se propague al resto del país.