Ignacio Camarero

Dibujos de Ciudad

Ignacio Camarero


Brotes mandarina

15/02/2021

Existe una incidencia cada mil doscientos casos. Que acaba siendo mortal entre cinco y veinte mil. Así que está claro. Tanto da. Se puede decir que la anestesia general es segura. Desde luego. Pero también lo contrario. Sobre todo si a uno le toca padecer la parte pequeña del número de la letal estadística. La realidad, sin embargo, tampoco mejora con las palabras. La privación de toda sensibilidad por medio de una medicación no es una cuestión de seguridad. Lo es de necesidad. La anestesia segura no existe. Al menos en un sentido matemático. Otra cosa es que sea razonable arriesgarse a morir de peritonitis por evitar ser dormido antes de una extirpación de apéndice. De la misma manera que no hay residencias seguras contra la COVID. O teatros. O gimnasios. Ni tan siquiera lo son los conventos de clausura. Que pregunten si no a las nueve de las once religiosas que acaban de dar positivo en el monasterio de la Santa Faz de Orihuela. Necesidad. Seguridad. La una justifica la enseñanza presencial en los institutos y universidades de Castilla y León. La otra aconseja lo contrario en Alemania o Inglaterra. La primera apremia la apertura de los establecimientos hosteleros. La segunda susurra al señor Igea, don Francisco, que mantenga cerradas las bibliotecas, los museos, y las bocas de los que cantan en las misas de la comunidad. El agravante del caso es que el cura de la sotana mandarina no practica lo que predica. Sean ustedes mejor de lo que somos sus gobernantes, pidió a la feligresía en Diciembre. Y no le faltaba razón. Al cabo de un mes, cuando el aforo límite de la catedral de Valladolid era de veinticinco contando los monaguillos y matando al organista, la Junta que vice preside Mañueco dejó grabar cinco galas del programa Prodigios en el auditorio Miguel Delibes de Valladolid. A puerta cerrada. Cierto. Pero con cerca de doscientas personas. Entre juntas y revueltas. No todas con mascarilla. Lo que vino después se llama brote. Por más que ni don Francisco ni la productora quieran poner número a los contagios. Pero descuiden, el exespecialista en aparato digestivo sigue erre que erre. Las audiciones fueron seguras, ha vuelto a declarar esta semana. Menos mal que no fue anestesista...