No me dirán ustedes que no es una delicia para quien levanta columnas con la árida piedra local toparse con noticias como la que estos días ha saltado a la prensa: el alcalde De la Rosa ha gastado 2.800 euros en una llave de plata de la ciudad para Gustavo Dudamel que, finalmente, no se le entregó por no proceder según reglamento, y la oposición se pregunta ahora dónde está la llave, matarile, rile, rile, dónde está la llave, matarile, rile, ron, chimpón. La llave no está en el fondo del mar, claro, que aquí no tenemos más agua que la dulcemente verde del Arlanzón, y la suponemos olvidada en algún cajón, oscureciéndose a la espera de que venga un visitante ilustre al que colgársela del llavero. Dice también la oposición que De la Rosa la encargó sin atenerse a procedimiento, por teléfono, o sea, en plan Gila:
-«¿Es la joyería? Que me hagan una llave de plata para que don Gustavo pueda andar por Burgos como Pedro por su casa».
Esta historia de trastienda tiene su interés, no tanto por los euros que cuesta la llave, que también, aunque son una anécdota en el presupuesto municipal, sino porque muestra que cojeamos en protocolo y afectos, y, o nos pasamos, o nos quedamos cortos. Sobre la mesa estarán, cubiertos del polvo triste de la incuria, solicitudes de reconocimientos municipales sin resolver, porque la ciudad, que abraza y agasaja tanto a Dudamel, que vino con las manos llenas, como a la ministra Maroto, que ha venido con las manos vacías, es, sin embargo, muchas veces injusta con quienes la favorecieron, apagando con el matacandelas del olvido la luz de sus nombres. Hablábamos de ellos la semana pasada, de los que nos precedieron, sin los cuales no se entiende nuestro presente ni nuestro futuro; lo dicen los versos del recordado y querido Tino Barriuso: No mires por la ventana./ Lo que queda del mañana/ duerme en la palabra ayer. En fin; relajemos el tono. No sabemos dónde está la llave, matarile, rile, rile, que compró el alcalde De la Rosa, pero cerramos con ella esta columna, matarile, rile, ron, chimpón.

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