Unos se lo tomarán a chacota y a otros les parecerá una idea de perlas, pues resulta bien variada esta viña del señor que nos ha sido dado habitar, pero el hecho cierto es que, contagiada acaso del espíritu carnavalesco en el que nos hallamos inmersos estos días, la candidata del PP a la Alcaldía de Burgos, doña Cristina Ayala, ha empezado a recorrer la ciudad a bordo de una furgoneta rotulada con el nombre del Equipo A, aquella serie televisiva de los años 80 en la que cuatro veteranos de la guerra del Vietnam viajaban por los Estados Unidos desfaciendo entuertos mientras huían de la policía federal por algún que otro malentendido. Cabe suponer que la señora Ayala se haya reservado para sí el papel de Hannibal Smith, líder del grupo y maestro en el arte de disfrazarse, que siempre aparecía en pantalla fumándose unos puros de aquí te espero; así que nos queda la curiosidad de saber quiénes asumen en estos días de precampaña los roles del perturbado Murdock, Fénix el guaperas y el forzudo M.A. 

Dejando de lado la dudosa pertinencia de que una candidatura que aspira a gobernar la ciudad consienta en ser comparada con un grupo de soldados de fortuna, la furgoneta de marras se le antoja a uno un ejemplo más de cómo la política se ha banalizado en nuestros tiempos hasta quedar reducida a mero entretenimiento, sometida a un proceso de simplificación mediante el cual el debate público y la confrontación de ideas han sido sustituidos por la lógica del espectáculo, y las emociones han ocupado el sitio antes reservado a los contenidos y a la razón. Los cincuentones se acordarán de que, en los tiempos en que se emitía El equipo A, los políticos acudían a defender sus propuestas a programas como La Clave; en los nuestros, suspiran por ir a 'divertirse' a El Hormiguero.

Hagamos, en fin, votos por que no cunda el ejemplo del PP y nunca tengamos que ver a don Daniel de la Rosa convertido en el adolescente protagonista de Los problemas crecen, a doña Rosario Pérez Pardo haciéndose pasar por la Angela Lansbury de Se ha escrito un crimen o a don Fernando Martínez-Acitores disfrazado de Curro Jiménez y caballero en una yegua torda por la calle de Santander. Que todo puede ser, visto lo visto.