Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


Cuentos de Navidad

24/12/2021

Qué difícil es escribir algo sobre Navidad sin que suene a anuncio de turrón, a frase hecha, al sentimentalismo dulzón y artificioso que nos envuelve. Ni siquiera el virus ha parado el frenesí de felicitaciones y brindis y ese insólito amor fraterno que nos muele a abrazos y que desaparece hasta el próximo año. Todo lo contrario de la desnuda armonía del portal de Belén, donde María y José comparten en silencio su pobreza y su condición de migrantes en una imagen de dolorosa actualidad. El relato del nacimiento de Jesús destila una gran belleza para los creyentes y no creyentes, pero parece olvidarse que es el origen de la celebración de hoy. Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad, decía García Márquez al comienzo de su demoledor artículo Estas Navidades Siniestras.

Lo cierto es que hay muchas formas de contar la Navidad, igual que hay muchas formas de vivirla. Hoy llamamos espíritu navideño a una fe algo bobalicona en la magia de estas fechas para hacernos mejores y más felices. Redenciones casi milagrosas, como en el célebre Cuento de Navidad de Dickens donde Mr.Scrooge, un prestamista avaricioso y enemigo de la Navidad, se convierte en una persona bondadosa y amada. Pero el verdadero canto al buen corazón y el optimismo es Qué bello es vivir, la película que la tele ofrece año tras año y que ya es tan navideña como los mazapanes. Pienso que nuestra percepción de estas fiestas sería distinta si todos los años se programase Plácido, obra maestra de Berlanga y cruel retrato de la caridad navideña en una España hambrienta, sin sonrisas ni milagros. 

Confieso que uno de mis relatos favoritos es Los Muertos de James Joyce, llevado al cine con el mismo título por un John Huston casi moribundo. Una historia en torno a la mesa familiar de Navidad, ese crisol de emociones auténticas que reúne a los vivos y los muertos, los presentes y los ausentes, el pasado y el presente, la nostalgia y la alegría, los recuerdos y los deseos. Un mapa de la vida que se abre en la intimidad del encuentro con los nuestros y con nosotros mismos, lejos del estrépito, sintiendo el inventario del corazón que cuenta las sillas vacías pero que también ilumina el aquí y el ahora que disfrutamos. 
Así es para mí una Noche de Paz. Y así se la deseo a todos los lectores. 

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