¿Se imaginan el Ayuntamiento sin concejales; el Senado sin senadores; los hospitales sin personal sanitario; o las emisoras de radio, periódicos y televisiones sin periodistas? Seguro que habrá quien, eufórico, diga ¡qué alivio!, sobre todo en lo que toca a políticos y periodistas. Pues bien, en Burgos, como una de nuestras iniciativas distintivas y exclusivas, tenemos algunos tramos de jardines sin césped.
Es una nueva modalidad que permite observar la belleza inigualable de espacios terrosos situados en las zonas más exclusivas de la ciudad, como el Paseo de la Isla o el emblemático Espolón, por el que, según palabras de nuestro universal Vela Zanetti, pasean los señoritos. De esta forma se ofrece a propios (los nativos) y extraños (los que nos visitan), esta inigualable oferta paisajística, naturalista y ecológica. Y se amplía aún más en el aledaño paseo Marceliano Santamaría, que preside en su inicio el isabelino Teatro Principal con la cafetería de los disgustos a sus pies; especialmente en la parte más cercana al río. 
Me cuentan algunos transeúntes que por la noche se celebran encuentros discretos de ocho reyes que protestan por el deterioro de lo que siempre habían sido unas vistas privilegiadas. Con o sin reyes protestando, yo siempre los veo en el mismo sitio con su rostro impertérrito, lo cierto es que en algunas zonas el color terroso se impone al verde y los perros, que murieron a cientos en el siglo XIX víctimas de la estricnina, tienen serias dificultades para encontrar el lugar más apropiado para sus deposiciones, que bien podrían hacerlas en las casas de sus dueños. 
Es posible que algunas cosas puedan funcionar sin… La cerveza sin…; proponemos el Gobierno sin… algunos de sus ministros o el Ministerio de Sanidad sin… Fernando Simón; pero… ¿jardines sin césped? A lo mejor, hasta marcamos tendencia por esta sorpresiva campaña turística, solo a la altura de Promueve Burgos, de cara a los cientos de miles de visitantes que acudirán a la llamada del VIII centenario de nuestra insigne Catedral.