Evaristo Arzalluz

Plaza Mayor

Evaristo Arzalluz


Mis tías monjas

22/02/2022

Tengo -tenía, porque ya murieron- tres tías monjas: una vivió con los indios mapuches, en Chile; otra en una leprosería; y la tercera regentó una Casa de Ejercicios para jesuitas. Ahora nadie tiene tías monjas, ni tíos curas.

La iglesia se desangra a borbotones: bajan los bautizos, a misa van cuatro viejos, son pocos los que se casan y menos los que perseveran. Y confesarse, ya ni los curas.

No es una crisis más. Esto no ha sucedido nunca en la bimilenaria historia de la Iglesia. Ha habido inmoralidad, pero la hemos superado. Ha habido herejías, pero las herejías son errores en la fe, no faltas de fe. De la inmoralidad se sale. De la herejía también. Pero de la falta de fe alguien nos tiene que sacar. La pregunta es: ¿quién?

Jesús no. Previendo lo que iba a suceder, dejó sin respuesta aquella pregunta: «Cuando vuelva el Hijo del hombre (o sea, él), ¿pensáis que encontrará fe sobre la tierra?». Lo dejó en el aire.

Entonces, ¿quién?

El que debe ser guía y pastor es el obispo. Con la ayuda de todos, sí, pero el que ha de señalar el camino es él. Con claridad, sin esconderse detrás del característico lenguaje clerical de consumo interno que no entiende nadie. Sin refugiarse detrás de la Conferencia Episcopal, que no es de institución divina. Él sí. Por eso se ha de mojar. Y ya, porque puede que sea la última vez que cuente con toda una generación -la mía- que le va a apoyar. Mis coetáneos, aunque ya no practiquen, valoran el legado cristiano y están dispuestos a defenderlo. Sólo les falta el líder.

No vale decir que es un fenómeno global: España, Castilla, Burgos han sido la reserva espiritual de Occidente. Hemos difundido la fe por todo el mundo. Ahora no podemos caer. Hemos de resurgir.

Si no, dentro de otra generación, otro articulista publicará una columna en la que añore que tuvo un tío que creía en un tal Jesús que afirmaba ser Hijo de Dios. ¡Qué cosas decían los de antes!