Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Verano, 1987 Epílogo

06/09/2021

Javi, Víctor y Rulo son tres chavales de 14 años que pasan todo el verano del 87 en Burgos ciudad.

Ese lunes empezaba el instituto, el primer día de nuestra nueva vida. Teníamos la presentación a las 11 y Rulo, fiel a su estilo, no nos había dicho si había aprobado los exámenes. «Pasad a buscarme a menos cuarto por mi casa; si no estoy es que soy gilipollas y me toca repetir octavo». Víctor y yo, después de no dormir por los nervios, estábamos en su portal a menos veinte. Aguantamos un rato, pero no apareció y a menos diez pasadas salimos corriendo hacia el insti. Pero no corrimos lo suficiente porque llegamos tarde, el primer día. A mí me había tocado 1ºF; llamé a la puerta temblando y después de un rato me abrió el profesor, un tipo con más trienios que El Cid. Solo le dije «hola», ni siquiera pude improvisar una disculpa y aguanté mi primera bronca en el instituto. Entré, levanté la cabeza y solo vi un sitio libre, al fondo. Las mesas estaban colocadas de dos en dos y mi compañero era un tipo que me sacaba dos cabezas y puede que tres años; no me atrevía ni a mirarle. Era costumbre que en la parte de atrás se colocaran los repetidores y tripitidores. Nuestra primera conversación fue breve: «¿Qué pasa pringao? No te asustes, que no muerdo… Todavía». Eso fue todo.

Javi no tuvo mejor suerte. Su profesora le abrió, le explicó pomposamente las ventajas de la puntualidad y le dio con la puerta en las narices. A las once y media todo había acabado y nos encontramos en el vestíbulo de la entrada. Nos contamos nuestros éxitos y nos largamos. Al salir, en medio del patio, vimos a Rulo. Llevaba una camiseta negra, unas ‘Jota Hayber’ y las Rayban puestas. En ese contexto de tíos mayores parecía un niño disfrazado, y es lo que era porque todo lo que tenía puesto se lo había pillado a su hermano mayor. Nos acercamos y no se cortó: «¿Qué pasa pringaos?» Era la segunda vez que me lo llamaban ese día. «Eres un cabrón, ¿te creerás muy gracioso?», le soltó Javi mosqueadísimo. «¡Joder tío, no te cabrees! Os invito a tomar algo en la cafetería para celebrar que he aprobado», nos dijo mientras seguía riéndose. En aquella época, había cafeterías en los institutos. Rulo se acercó a la barra y pidió tres pinchos de tortilla y tres cañas. Javi y yo nos miramos flipando, no habíamos tomado una cerveza en nuestra vida. Nos fuimos al fondo, a una mesa alta; nadie nos habló ni se fijó en nosotros. Rulo, con el vaso en una mano y un Fortuna en la otra, echó un vistazo a derecha e izquierda y dijo: «Esto va a molar”» Javi y yo no lo teníamos tan claro, solo sabíamos que el verano había terminado y teníamos que volver al día siguiente y currarnos nuestro papel en el insti. De momento, éramos unos pringaos.

ARCHIVADO EN: Burgos, Verano