En mi época llevábamos las carpetas forradas de pósteres. Los míos siempre eran de deportistas. Estos días disfruto los Juegos con emoción y orgullo y confío en que los olímpicos se conviertan en el espejo en el que se miren nuestros jóvenes.
Ningún ejemplo mejor que el de Adriana Cerezo, estudiante brillante y subcampeona olímpica con 17 años. David Valero demostró que no hay que rendirse nunca. Iba 30º y terminó tercero. Y qué decir de Maialen Chourraut, deportista, mujer, madre y luchadora brava, como esas aguas en las que volvió a colgarse medalla. Trabajando en equipo Alberto Fernández y Fátima Gálvez, hicieron sonar nuestro himno en Tokio. Los Juegos nos unen y nos enseñan que no hay nada imposible, ni siquiera ganar al número uno. Ahí está el bronce de Carreño ante Djokovic. ¿La clave del éxito? El trabajo, duro, durísimo, por un sueño. El de Ray Zapata era tan claro que hasta llamó a su hija Olympia. Madrina de Olympia es Ana Peleteiro, competidora brutal que tuvo que esperar a Tokio para sus primeros Juegos. 
No sólo celebró su medalla, también el récord del mundo de su compañera y rival Yulimar Rojas. Qué bonito. Pero las lecciones no están solo en las victorias. Tras años de preparación, a veces los objetivos saltan por los aires hechos añicos en unos segundos. Entonces, toca sorberse las lágrimas, apretar los dientes y volver a trabajar, otros cuatro años. Caer y aprender a levantarse. Enorme fue ver a Carla Suárez tras superar un cáncer. O la motivación de nuestro Daniel Arce, su madre, enferma de esclerosis múltiple. Estar en los Juegos ya es digno de admiración. Esta semana, Jesús Gómez, Burgos está contigo. Como con los ciclistas de la Vuelta a Burgos. Aplaúdanles en nuestras carreteras, a las estrellas, muchas e ilustres, y a los gregarios, grandes referentes también. Háblenles a los jóvenes de los deportistas. A muchos los encontrarán en Tik Tok, pero de ellos aprenderán mucho más que un baile de moda.