Claudia Vicente

A vuelapluma

Claudia Vicente


¡Que Viva la Pepa!

02/12/2022

Por lo visto solo hacen falta once años para convertirse en una leyenda, o eso es lo que ha necesitado Viva la Pepa para hacerse con nuestros corazones. Mucho más que un bar, ha sido el campamento base desde el que los burgaleses hemos recolonizado nuestra Catedral, y parece una frivolidad, pero es que antes o ibas a misa, o pasabas por delante camino a otro lugar, o entrabas cuando venían visitas, y gracias a La Pepa nos la hemos encontrado, con su majestuosa belleza, como compañera de desayunos y aperitivos, como escenario del encuentro con nuestros amigos, de conversaciones, risas y vinos con ella siempre presente. Ha sido el mirador perfecto. Porque la calidad de su plantilla nos ha acogido, nos ha hecho sentir en casa, se ha puesto al servicio de los burgaleses en un lugar en el que la oferta para los guiris era el caramelo.

Y ha conseguido también que lo hagamos de la forma más analógica de todas, y por eso también le tenemos un cariño especial. No hacía falta llamar ni poner un WhatsApp para ir a tomar algo a La Pepa, tú ibas y allí ya seguro que te ibas a encontrar un familiar o un amigo con el que compartir ese vinito, que, dicho sea de paso, fue lo que más echaba de menos en las quedadas virtuales del confinamiento, en las que cuando conseguí una botella del que me ponían ellos, cayó una lagrimita en mi minipiso de Madrid.

Cuando abrieron, yo todavía tenía abuelos, y nos sentábamos con ellos en una mesa al sol de la terraza, por la que iban desfilando hijos y nietos a darles un beso y pasar un rato juntos. En uno de esos días, en un cambio de guardia -alguien habría ido a por el pan mientras el siguiente estaba tratando de aparcar- a mi abuelo se le metió entre ceja y ceja que quería irse ya, y el camarero que atendía la terraza, en plena hora punta de un domingo, se quitó el mandil y ayudó a mi abuela a empujar la silla hasta su casa, porque así se las gastan en La Pepa. Hasta ese punto llega la calidad humana de esta leyenda.

El 8 de enero nos despediremos de este lugar único que ha sido mi segundo hogar en mis visitas a Burgos y que voy a echar mucho de menos, pero su labor seguirá viva, seguiremos colonizando la zona, disfrutando de los recuerdos y de las vistas.

ARCHIVADO EN: Belleza, Burgos, Madrid