Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


La Marsellesa

25/01/2021

Poquito a poco, don Francisco Igea se va convirtiendo en el gran animador de este inhóspito comienzo de año en Castilla y León, acaso alentado por el discreto mutis de su inmediato superior, el parco Fernández Mañueco. Si hace diez días nos sorprendía con un cerrojazo que desairó al Gobierno central y que ahora deberá explicar ante el Tribunal Supremo, el jueves se descolgó con un ridículo llamamiento a la «rebelión ciudadana» contra el virus que nos ha vuelto a provocar la risa floja. 
Lo malo del señor Igea es que se le entiende todo, así que nos maliciamos que lo que pretende el vicepresidente de la Junta es que nos levantemos, no contra la covid-19, sino más bien contra el Ministerio de Sanidad, y contra La Moncloa, y espolear así esa «hostilidad contra los poderes del Estado» que el diccionario académico asocia al sustantivo ‘rebelión’.
También puede ocurrir que don Francisco se haya apercibido de algo que resulta bien evidente para muchos: que el adelantamiento del toque de queda, tal y como se ha urdido, ha devenido en una chapuza tal que los contribuyentes dan en acatarlo de manera laxa, según su particular talante y disposición de ánimo -no hay más que asomarse a la ventana a eso de las nueve de la noche para comprobarlo­, y que los agentes del orden no aplican un celo excesivo a la hora de sancionar conductas impropias (más allá, claro está, de casos flagrantes), limitándose en la mayoría de las ocasiones a una indulgente, si no desganada, función informativa.
Solo así se explica, si nos olvidamos por un momento de una bronca política repugnante, que la Junta haya de recurrir a términos inflamables para hacer observar una medida estampada en papel oficial y que resulta por tanto de obligado cumplimiento para todos, sin necesidad de que autoridad pública alguna haya de instalarse bajo nuestro balcón a cantarnos La Marsellesa.
Vendrán, a buen seguro, restricciones más rigurosas, y escenarios más dramáticos: por eso mismo nos sentimos desamparados ante el espectáculo de una administración autonómica que se ha enredado en pendencias partidarias y recurre a grotescas soflamas en lugar de trabajar codo con codo con la máxima autoridad sanitaria para salvaguardar las vidas de todos. Ya va siendo hora de remar juntos en la misma dirección y dejarnos de patéticas insurrecciones.