Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Pantomima

07/11/2022

Parecer ser que es tendencia atacar obras de arte en museos para reivindicar una mayor atención sobre el cambio climático y la destrucción del planeta que practica con tesón nuestra especie. Para llamar la atención y, lógicamente, reclamar soluciones inmediatas, urgentes e inaplazables. En esta onda, en las últimas semanas se han lanzado purés, sopas de tomate o realizado actos similares contra Los girasoles de Van Gogh, La chica de la perla de Vermeer, Los almiares de Monet y el pasado sábado contra las majas (vestida y desnuda) de Goya; todo primerísima división. 

Varias consideraciones al respecto.
1. Hay truco. Todos los ataques han sido contra pinturas que tenían un cristal por encima o han consistido en pegarse las manos a los marcos (que ya son ganas). Las obras no han sido dañadas, es una performance, una pantomima, un paripé. Los que realizan los ataques se entiende que no quieren perjudicar a las obras y, de paso, no pisar la cárcel. Cuando todo el mundo se dé cuenta de que siempre es de mentirijillas dejará de tener impacto.

2. Pero estas cosas... Se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban. Cualquier acto que se difunda por los medios es fácil que sea imitado y puede que un flipado, con menos cuidado o escrúpulos, se calce Las Meninas o La Gioconda.

3. Es poco práctico. Al final, el público no se queda con la copla ecológica, sino con qué le habrá pasado a la pintura en cuestión. Además, lo mucho, cansa, sea lo que sea, y esto está siendo mucho ya.

4. Es lo que va a quedar. Atacar al arte, aunque sea medio de coña, no tiene mucho sentido. Si uno lo piensa, del pasado, de hace siglos, lo único que nos ha llegado, lo que permanece, es la naturaleza y el arte. El arte es, igualmente, lo que dejaremos a los que nos sucedan (junto al planeta, que conviene traspasarlo bien mantenido). Naturaleza y arte son dos caras de la misma moneda, son lo que tenemos y muchos amamos por igual. Así que un poco de calma-respeto-cordura.

Como todas las modas es previsible que esta pase, y pronto. Puestos a lanzar cosas para buscar relevancia, me permito sugerir un revival de otra que tuvo sus días de gloria hace un tiempo: lanzar tartas a la cara (no hace falta que sea fuerte). No se daña a nadie, recuerda a las comedias mudas (slapstick) y todo el mundo ha deseado hacerlo alguna vez. Me ofrezco voluntario para acabar con la tontería y que me lancen la primera (si es de limón, por supuesto). Salud y alegría.