Evaristo Arzalluz

Plaza Mayor

Evaristo Arzalluz


Catar

22/11/2022

El Mundial de fútbol nos ha hecho caer en la cuenta de que hay ciertas culturas que no respetan derechos que para nuestra cultura son evidentes. (Espero, por cierto, la reacción de los que nos vendían que todas las culturas son iguales, de los que se autoflagelan denunciando el eurocentrismo).

Nuestra cultura es la amalgama de tres ingredientes: La filosofía griega, que alimenta la razón, el derecho romano, que organiza la economía, y la religión judeocristiana, de la que vive el espíritu.

Nuestra cultura ha triunfado. Se ha extendido por Europa, América (gracias a Castilla) y Australia. La filosofía griega ha traído el conocimiento, el derecho romano el progreso y la religión el desarrollo de la virtud.

Nuestra cultura es objetivamente y sin ninguna duda infinitamente superior a cualquier otra (lo cual no quiere decir que otras culturas no tengan elementos valiosos). Y el que lo dude, que vaya a Catar.

Pero que sea superior no garantiza su continuidad. ¿Por qué, si es objetivamente mejor? Porque uno de sus elementos es la virtud, y la virtud cuesta esfuerzo. Implica superarse a uno mismo, vencer la tendencia 'a la horizontal'.

Por eso, el enemigo más importante de nuestra cultura no está fuera, está dentro, somos nosotros mismos. Es más fácil mentir que ser sincero, traicionar que ser leal, vago que trabajador, egoísta que solidario, infiel que fiel, vividor que austero, soberbio que humilde. La inmigración, que es un derecho humano, la cultura woke, sembradora de odio, el Islam, no pondrían en peligro nuestra cultura si nosotros fueramos virtuosos.

Pero no es así. Hemos abandonado la virtud. Por eso el fútbol no va a cambiar a Catar. Pero sí debería cambiarnos a nosotros y convencernos de que debemos preservar y transmitir esa cultura a nuestros hijos. Si no, será la primera generación que es más pobre que la precedente. Más pobre en conocimiento (la razón griega), económicamente (el derecho romano) y más pobre en virtud (la religión). Todo va unido. Pobres jóvenes.